Por Kiko Navarro del OS2O Trail & Skimo Team
Si existe una carrera de montaña que se deba escribir con MAYÚSCULAS es esta: 2KV Collarada. Mayúsculas porque es el único doble kilómetro vertical (2KV) del país y de los pocos en Europa. Mayúsculas porque por tan solo 140 metros su cima no alcanza los míticos 3000m en tan solo 8,5 km de recorrido, y mayúsculas, por su ORGANIZACIÓN… yo siempre la escribo con mayúsculas.
Este año me decanto por la modalidad «PUYAR NOMÁS». Es decir, solo subir. Es un 2KV solo de subida, con 8’5 km y +2016 m., con el mismo recorrido que la modalidad «PUYAR Y BAXAR», pero con la línea de meta en la cima de Collarada. Todavía no he podido hacer bajadas largas y prefiero terminar en la cima que volver a Villanúa disputando la carrera.
Desde que salgo de casa y me subo en el coche se ve… Ahí está imponente, una pirámide casi perfecta. Conforme van discurriendo los escasos 12 km que separan Jaca (por cierto, donde OS2O va a abrir próximamente su nueva tienda física) de Villanúa, la montaña parece que se te va echar encima. Es una sensación extraña, pero al mismo tiempo parecida -salvando las distancias- a lo que pasa cuando viajas a Chamonix con el Mont Blanc.
Llevo viendo esta montaña desde que nací. Casi desde cualquier calle de mi pueblo, se puede apreciar. Por aquí, se le tiene un cierto cariño. No en vano, la utilizamos como “termómetro”. Cuando llega noviembre y caen las primeras nieves sobre su cima, una sonrisa se atisba en los jacetanos, pues es signo de que el inverno se está acercando. Los días invernales de viento se ven unas grandes «fumarolas», efecto creando por la nieve en suspensión movida por el aire. Collarada siempre esta ahí para decirnos en que estación estamos y que día va a hacer… solo hay que saber observarla.
Además, tengo la suerte de conocer sus entrañas. Por su condición de calcárea ya os podéis imaginar que en su interior existe un laberinto de cuevas excavadas por el agua durante millones de años. La más conocida es la «Cueva de Las Guixas», la cual tiene una visita turística muy recomendable.
Es el día de la carrera. Son las 09:00 de la mañana y desde el pistoletazo de salida no hay respiro. Se sale en dirección a las grutas (ver mapa en wikiloc) y tras pasar un tramo de escaleras, se llega a la pista que abandonaremos rápido para seguir por una senda hasta los llanos de «Moscasecho», donde se encuentra un avituallamiento líquido. En este lugar la carrera está muy estirada. Tanto es así que la cabeza se me ha ido con mucha facilidad. Creo que hoy tocará sufrir, pienso.
Mis piernas no responden y la mejor forma de seguir es escucharlas y bajar el ritmo. Sigo por un frondoso pinar hasta «La Trapa» con las mismas malas sensaciones. Si mis cálculos no me fallan voy en 6ª posición y, lo peor, con ganas de retirarme. Llevo unos 45 minutos de dialogo interno intentado convencerme de que aguante, de que más arriba se me dará mejor. ¿Como puedo pensar eso? Si en 4km y 800m de desnivel voy arrastrándome, en 4,5km y 1200 metros que me faltan, simplemente ni siquiera podré andar. Sin embargo, hay algo dentro de mi, que me dice que aguante. No se donde sale esta idea ni porque, pero le estoy haciendo caso. “Vale, sigo” me replico. Ya van dos veces que hago caso a mis reflexiones.
Llego al «Achar», la parte más técnica de la ascensión, donde se encuentran las míticas cadenas y lugar donde Fran todos los años nos deleita con su gaita. Ese sonido celestial que envuelve todo el valle que hace el paso por aquí algo mágico.
No se si ha sido este sonido, no se si será el vaso de agua que me tomé en el anterior avituallamiento o quizá simplemente sea que el destino lo quiere así, pero mis malas sensaciones se han ido esfumando dando paso a buenas vibraciones. Como una profecía, aquel pensamiento que tuve cuando las cosas no iban bien se está cumpliendo. No me lo creo, es como si nos hubieran dado la salida. Tanto es así que he podido remontar un poco y ponerme 5º.
Rondaremos los 2000m de altura y de aquí a la cima nos separan pocos km pero muy verticales. Empiezo a notar que la distancia con los de delante se recorta y sigo con mis mantras: “objetivos a cortos plazo Kiko”, voy paso a paso. Tras un tramo más o menos llano de hierba conecto con el siguiente corredor. Parece tocado. Le animo, le paso y fijo la mirada en el siguiente puesto. Ya soy 4º. Calculo que me llevan unos 2 minutos. Esta vez va a ser más complicado enlazar con él pero sigo observando que poco a poco voy recortando las distancias.
Atrás se queda la zona de tasca y ante nosotros tenemos la zona de pedrera y la canal de acceso a cima. Intento convencerme de que es aquí donde la daré caza pero no logro conseguirlo. Su avance no es fluido ya que en cada paso retrocede unos cm que le cuesta recuperar. Yo voy con bastones, seguro que me ayudarán en este sector, pienso. Su misión es no retroceder en cada paso que doy. Tras unos minutos de paciencia me uno a él. Voy 3º, no me lo creo. Hace un rato me quería retirar y ahora estoy en pódium. La carrera no ha terminado y como un guepardo que fija su mirada ante su presa veo que el 2º puesto esta muy cerca. Cada vez queda menos de subida pero no me quiero quedar con la sensación de no haberlo intentando. Mi mantra sigue: «objetivo a corto plazo» y tan corto… «lo tengo a 30 segundos».
El plan es llegar antes que él a la canal pues una vez dentro hay poco margen para adelantar y además quedan pocos metros para la cima. Sigo bastoneando, sigo con las buenas sensaciones. Ahora dejo de mirar para arriba y me concentro en avanzar, pues la zona lo requiere. Casi sin darme cuenta estoy a unos 100m de desnivel de la cima. He entrado en la canal y el sueño de enlazar con el 2º puesto se esfuma. No ha podido ser, me quedo con la medalla de bronce, la cual sabe a gloria después de lo acontecido en esta bella mañana de julio.
Llego a cima y felicito con deportividad al primer y segundo clasificado. Echó un vistazo al horizonte. El día es claro dejándose ver desde el Pirineo Navarro hasta las inmediaciones del Parque Nacional de Ordesa y el Macizo del Cotiella de Oeste a Este y las llanuras del sur Francia y el Moncayo de Norte a Sur, respectivamente.
Poco a poco voy bajando y perdiendo altura a la vez que medito sobre lo ocurrido. Me pregunto si la persona clasificada en 6º lugar estará contenta de su puesto. Me imagino que sí… Yo cuando iba en su lugar no lo estaba, quería ir delante pero no podía. Me pregunto si esa persona también tuvo que remontar muchos puestos como yo lo hice para quedar en «top ten». Me pregunto también si esa persona se iba retirar como lo iba a hacer yo o lucho desde el minuto uno. Me cuestiono una y otra vez. Mi compañero de equipo Arkaitz Galindez, justo una semana antes, en la última edición de la Ehumliak se tuvo que retirar tras 122km y 19 horas en carrera. Yo solo había corrido 4km y ya me estaba planteando tirar la toalla.
¿Porque cuando todo fluye nada ni nadie nos detiene y si algo se tuerce nos cuesta seguir en el camino? Quizá la respuesta a esta pregunta la encontremos en anticiparnos al resultado, quizá ese sea el error… no se debe estar pensado en la victoria o en la derrota. Deberíamos dejar que la naturaleza siga su curso y nuestras herramientas saldrán en el momento exacto.
Vuelvo a Jaca y la sigo viendo por cualquier calle. ¿Porque subir a Collarada lo más rápido posible, porque ascenderla en estilo fast&ligth? La respuesta más sencilla y quizás la más acertada a esta pregunta se le ocurrió a George Mallory, uno de los más grandes escaladores de principios del siglo pasado cuando le preguntaron porque ascender al Everest. Su respuesta fue «Porque está ahí». Ante tal belleza natural, salvaje y primigenia, surge el inevitable deseo de escalarlas del ser humano, esa curiosidad insaciable que caracteriza a la raza humana y que ha impulsado al hombre a surcar mares, perderse en selvas y llanuras, y como no, escalar montañas.
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