Por Carlos Garrido del OS2O Alpine Team
Por fin tras un invierno de lo más infructuoso ponemos rumbo a Los Alpes, esta vez con buena meteo y la mochila cargada de proyectos. Aprovechando la salida del Centro de Tecnificación de Alpinismo de Aragón, tenemos el gustazo de acompañarles en esta aventurilla Edu González, el colaborador de OS2O Santi Gracia y yo mismo.
La idea está clara, escalar todo lo que se pueda y para ello nos fijamos como objetivo principal el Grand Capucin, un coloso granítico estandarte de la escalada de dificultad en el macizo del Mont Blanc. No es para menos, ésta cumbre alpina de 3838 m está totalmente rodeada por muros de extrema verticalidad, sobre los que destaca su cara Este, 400 metros de granito extraplomado que en su día supuso un punto de inflexión en el alpinismo clásico, trazándose sobre esta pared la que sería la vía más difícil del momento en todo el macizo. Como no podía ser otro, su protagonista un jovencísimo Walter Bonatti, que ya habiendo destacado con repeticiones importantes a vías de gran dificultad, en esta pared marcó un hito histórico. Con tan sólo 21 años tuvo la osadía de plantarse como el escalador más fuerte del momento al conseguir vencer las enormes dificultades de la cara Este del Grand Capucin, junto a su compañero Luciano Ghigo. Ambos acarrearon pared arriba durante cuatro días, del 20 al 23 de Julio de 1951, un equipo de más de treinta kilos de material rudimentario compuesto por una cuarentena de clavos caseros y un buen puñado de cuñas de madera. Resulta inimaginable sobre el papel la fortaleza física y mental de estos dos escaladores con aquel material del momento, enfrentándose a algo que antes nadie había hecho. Digno de admirar, por eso, Edu González y yo fijamos nuestro objetivo en esta gran clásica del alpinismo, nada menos que del maestro Bonatti. Un caramelo que unos románticos como nosotros no podemos rechazar.
La vía está cotada con una dificultad de ED, 350m, 7a+, 6b/A0 obl. No es la más difícil y posiblemente tampoco de las más bonitas de esta pared. Actualmente otras rutas de corte moderno que buscan la escalada libre como principal método de ascensión recorren otros paños, a través de bellas fisuras y estéticos pasajes. Algunas de ellas son las que escogen nuestros compañeros de viaje del CTAA.
La estrategia que decidimos es acampar en el plató de la Aiguille du Midi, algo que está totalmente prohibido y que en nuestra ignorancia y obcecados por nuestro empeño pasamos por alto, esquivando por los pelos la más que considerable multa que nos hubiera caído.
Una vez en el plató, aclimatamos a la altura y al particular estilo de escalada en granito en la vía Contamine a la Aiguille du Midi, otra clásica también pero más corta y de menores dificultades que nuestro proyecto en el Capucin. Una bonita vía en la que el ambiente y alguna de sus fisuras nos dejarán un gran sabor de boca.
Al día siguiente nos desperezamos con las primeras luces, el espectáculo desde nuestras pequeñas tiendas bajo el Mont Blanc de Tacul no puede ser más grandioso, un tímido sol va regando de luces las montañas todavía dormidas y juega con los colores de un cielo completamente despejado. No hay mejor café que despertarse ante semejante jornada con la perspectiva de escalar un sueño de juventud. La mente se enciende y la sangre fluye con fuerza para poner a funcionar unos músculos que saben de sobra que serán requeridos para completar el día.
Absortos en la belleza que nos rodea comenzamos la marcha hacia la base del Grand Capucin, del que nos separan dos horas y pico de aproximación sobre un glaciar que todavía esconde sus trampas bajo una gruesa capa de nieve.
Cuando llegamos a la pared, el sol ya nos castiga y comienzan las prisas y los nervios. Como no podía ser de otra manera numerosas cordadas se agolpan bajo la cara este, todavía más impresionante de lo que jamás hubiera imaginado. No es broma lo que desploma!
Sin demasiados preámbulos nos ponemos en marcha y sorteamos la rimaya que da acceso a la roca. Los primeros largos nos van poniendo en el sitio, siendo que son los fáciles de la vía toca escalar fino y no bajar la guardia, pues hay que apretar. Para nuestra sorpresa nos encontramos las reuniones equipadas con parabolt y argolla, suponemos que el elevado número de rescates ha motivado su equipamiento. En la mitad superior de la vía se encuentran los largos más complejos, y es a partir de una explosiva travesía de 6c donde empiezan a aparecer los primeros clavos fijos de la vía.
Los largos de séptimo grado, a los que no les vimos ni color, están totalmente equipados con clavos, buenos y malos, que facilitan la progresión pero dificultan la escalada en libre al ocupar éstos los pocos empotres que nos encontramos, así que a tirar de “acero” se ha dicho. El día corre rápidamente, embelesados por la majestuosidad del lugar y por una escalada sostenida que no permite relajarse en ningún momento. Todavía nos cuesta imaginar a aquellos pioneros de la escalada de dificultad recorriendo semejante pared con botas de cuero y la cuerda de cáñamo atada a la cintura, protegiéndose como pudieran con tan solo pitones y tacos de madera.
Con las luces del atardecer coronamos la cima del Capucin junto a nuestros amigos Santi y Rubén que lo hacían por otra combinación de vías. Disfrutamos el momento, pero sin dilación nos ponemos a rapelar toda la cara Este, con las debidas precauciones para evitar posibles enganchones de cuerda que nos sumergirían en la oscuridad de la noche.
Agotados por la intensidad de la escalada y nuestra precaria aclimatación a la altura, ponemos rumbo al descanso de nuestras tiendas, no sin antes padecer la letanía de un largo camino de regreso en la penumbra y soledad del inmenso Glacier du Geant.
Tras el merecido descanso y avituallamiento digestivo en Chamonix, toca decidir cuál será la próxima parada. La previsión meteorológica se muestra estable en todo el macizo alpino, pero todavía hay mucha nieve y las temperaturas elevadas nos disuaden de un buen número de actividades. El exceso de calor junto a la cantidad de nieve existente es una combinación peligrosa, sobre todo a primeras horas, donde las diferencias térmicas nocturnas y diurnas provocan gran número de desprendimientos. Además que el agua escurrida del deshielo puede mojar buena parte de las rutas que tenemos en mente.
Con ese panorama y ante la fortuna de tener buen tiempo en Suiza, decidimos probar suerte en el Wendestock, donde el buen tiempo es algo poco frecuente que no se debe despreciar.
Wendestock es un rincón de Suiza donde la escalada toma un carácter especial. Consta de un macizo calcáreo de gran longitud cuyas vías rondan entre los 250 y los 500 metros y cuya belleza gris contrasta con las verdes y empinadas praderas que lo custodian. Oír hablar del Wenden es oír hablar de escalada de calidad, compromiso y dificultad. No es un macizo donde iniciarse, sino donde perfeccionar y disfrutar de una escalada sólo apta para fuertes escaladores física y psicológicamente, además las aproximaciones pueden disuadir a quien no tenga ganas de llegar cansado a pie de vía. No en vano, es un lugar frecuentemente visitado por potentes escaladores de todo el planeta.
Ciertamente son ingredientes que nos motivan, además de la multitud de bondades que han llegado a nuestros oídos del lugar. Ojeando las reseñas disipamos nuestras dudas y para allí nos vamos.
Tras cuatro horas de viaje nuestra llegada no es muy esperanzadora, cielo cubierto que impide la visión de las paredes y agua chorreando por todos lados. Confiando en la opinión de la única cordada que habita la zona nos vamos a la cama con el espíritu inquieto y la mente fijada en un gran objetivo, “Caminando” 500m, 7a+, 6c obl, S3. Un viote que según la guía es una de las joyas imprescindibles del lugar.
Por la mañana amanece un día glorioso y efectivamente nuestra pared, el Reissend Nollen, está prácticamente seca. Para la aproximación no escatimamos recursos, bota dura, piolet y crampones que efectivamente tenemos que utilizar, pues los neveros empinados al amanecer no se deben menospreciar.
Tras cerca de tres horas con la cabeza agachada y habiendo sacado la cuerda en los últimos metros, llegamos a pie de vía. La imagen es sobrecogedora, 500 metros verticales de la mejor caliza que hayamos visto. Nada que envidiar a nuestros amados Picos de Europa. La cordada formada por Manu, Álvaro y Santi toma la cabeza, facilitándonos a la cordada perseguidora la búsqueda de cantos recién magnesiados en ese mar gris que nos envuelve.
El tercer largo supone la primera barrera psicológica, un 6c+ de placa técnica con los seguros distanciados y que no sin esfuerzo conseguimos superar. Por suerte confirmamos el grado y vamos perdiendo el miedo infundido por tantas leyendas sobre la dificultad de esta gran tapia.
Los largos se suceden con alegría, escalamos rápido, cómodos pero sobretodo sorprendidos por la desmesurada calidad de la roca y la belleza de las secciones. Tras un largo bueno viene otro mejor, escalada auténtica donde la distancia entre seguros sin ser una salvajada, obliga a mantener la concentración y esforzarse en resolver las secuencias correctamente. A mitad de vía aproximadamente nos encontramos el 7a+, un largazo desplomado al que no se le ve canto y por donde nuestros titánicos compañeros pasaron con algún que otro bufido. Si la vía es una joya, ese largo es su gema, desplomado, mantenido y con el canto justo para pasar resoplando pero disfrutando su calidad y ambiente como merece.
La mitad superior gana en verticalidad y a su vez relaja la dificultad, combinando largos técnicos y físicos con tramos donde dejarse llevar por la roca y entretenerse con lo grandioso del lugar y la escalada. Como guinda del pastel en el último largo nos encontramos una bavaresa de escándalo que hace que lleguemos a la cumbre con la sonrisa de oreja a oreja. Sin duda, un día para el recuerdo en una vía que para la mayoría de nosotros ha sido la más bonita en su estilo que hayamos escalado nunca.
Una vez más toca rapelar la pared al completo hasta las mochilas, donde la oscuridad nos envuelve dejándonos por delante delicados destrepes a la luz del frontal.
Tras un buen rato practicando la orientación nocturna y la técnica de cramponaje en prados herbosos llegamos a las furgonetas donde celebramos la gran jornada vivida y el éxito de todos los planes en una fantástica semana alpina, en la que aparte del protagonismo de la escalada los auténticos protagonistas fueron el buen rollo, las risas y el perfecto compañerismo que ha reinado en todo el grupete. Un placer!!
Rafael
Increíble actividad, geniales fotos y post.