Por Carlos Garrido del OS2O Alpine Team
A estas alturas del año, muchos de nosotros nos vamos alejando de las zonas de roca caliente para buscar diversión en zonas más altas y heladas. Pero este invierno que se resiste a entrar nos mantiene disfrutando de la escalada deportiva, al sol y con temperaturas primaverales.
Pero a parte del tan socorrido tema meteorológico en las conversaciones a pie de vía, cada vez más se puede escuchar en las conversaciones entre escaladores el tema de las restricciones a la escalada, aparcamientos y demás limitaciones al desarrollo de nuestra actividad más habitual.
La escalada deportiva ha vivido un crecimiento notable en los últimos años, lo cual se traduce en problemas de masificación de aquellas zonas más concurridas. Bien es cierto que muchas zonas rurales se han visto económicamente beneficiadas o potenciadas gracias a un turismo de escalada y aventura, pero realmente en muchos casos los beneficiarios de ese turismo se reducen a empresas locales de hostelería y servicios.
Sin embargo, la masificación de estas zonas representa un problema para muchos de los habitantes o lugareños. Pistas y accesos destrozados, nuevos caminos en fincas privadas, estacionamiento masivo en zonas fuera de regulación y de dominio público local. Por no hablar de los deshechos generados, no por todos los escaladores, pero si por algunos que con poca conciencia de colectivo y de respeto hacia el medio donde desarrollan su actividad, siembran su paso de colillas, basura, y por supuesto restos orgánicos señalizados con su correspondiente papelito.
Ésta problemática, unida una cultura legislativa poco dada al diálogo y muy afín a las prohibiciones, genera que las administraciones locales corten por lo sano y de la noche a la mañana con la actividad de la escalada.
Sin duda, en muchos casos la amenaza a la práctica de la escalada, viene motivada por las acciones de los propios escaladores. Pero en otros casos dichas restricciones vienen motivadas por organizaciones de protección medioambiental, que en el ejercicio de defensa de sus intereses, presionan a las distintas entidades que asumen competencia legislativa y de protección de sus espacios naturales.
De esta manera nos podemos encontrar con restricciones a la escalada, generalmente por nidificación de aves, o por protección de especies vegetales endémicas.
Sea como fuere, el colectivo escalador es un colectivo débil, poco organizado, y que en muchos casos no aporta beneficios relevantes a las economías locales. Circunstancia ésta que nos posiciona en el punto de mira de las administraciones de cara al control y regulación de actividades deportivas en espacios naturales de interés general.
A todos nos resulta chocante cómo se puede prohibir la escalada dentro de un Parque Natural, siendo a veces una actividad muy localizada y que en ocasiones tan sólo afecta a una porción minúscula dentro de la riqueza natural a proteger, cuando sin embargo se permiten actividades tales como la caza, que a todas luces genera un impacto mucho mayor en toda la fauna local, o cualquier otro tipo de actividad empresarial que sea de interés económico, público o privado.
Como muestra de este caso, tenemos el Parque Natural de la Sierra da Enciña da Lastra (entre Galicia y Castilla y León). Cuyo PORN (Plan de Ordenación de los Recursos Naturales) decreta la prohibición de la escalada, actividad minoritaria y limitada a una zona muy pequeña del parque. Mientras que sigue permitiendo la caza, la pesca, y otras actividades dentro del territorio del Parque, el cual cuenta con un embalse, una central hidroeléctrica, una cantera, una carretera nacional y un tramo ferroviario. Todo ello funcionando a pleno rendimiento.
Inusual también es el caso de la, Sierra y Cañones de Guara, que siendo un entorno natural único, la administración se ha afanado en la prohibición de la escalada y la marginación de los escaladores, mientras resulta que a lo largo de un verano son miles las personas que pueden llegar a recorrer y descender cauces naturales dentro del parque, los mismos cauces que son restringidos para la escalada. ¿Acaso eso no genera un impacto? ¿Que ocurre con la fauna local? ¿Quién puede molestar más a un Quebrantahuesos? ¿los escaladores hacinados en 50 metros de muro, o los cientos de barranquistas recorriendo un día tras otro su habitat, o los cazadores disparando sus armas?
Todas estas son preguntas que no dejamos de hacernos en esas conversaciones a pie de pared.
Por suerte, ésta problemática ha hecho reaccionar a muchos colectivos, que no hallando suficiente defensa de sus intereses en las federaciones deportivas que los representan, han recurrido a la creación de asociaciones de escaladores. Asociaciones cuyo objetivo, a parte de salvaguardar los intereses y la defensa de la escalada, es la de concienciarnos a la comunidad escaladora del impacto que generamos con nuestras acciones, por pequeñas que sean.
Una de las asociaciones más importantes es la de “Escalada Sostenible Zona Centro”(http://escaladasostenible.org/). Nacida fruto del número cada vez mayor de restricciones a escaladores de Madrid y zonas cercanas. Desde 2011 llevan desempeñando una gran labor de colaboración con la administración, para que conozcan la realidad de este deporte, y ofreciendo alternativas para una regulación razonable de nuestra actividad, más allá de las meras prohibiciones. Al mismo tiempo realizan censos de escaladores para estudios de impacto en áreas concretas, jornadas de limpieza en aquellos sectores o escuelas que más lo necesiten, campañas de sensibilización hacia los escaladores, y además colaboran con la señalización de las zonas de especial sensibilidad. Son iniciativas que de una manera u otra, nos benefician a todos, pudiendo garantizar así la supervivencia de muchas zonas de escalada sin que suponga un perjuicio para nadie, empezando por la naturaleza.
Otro de los frentes abiertos lo está defendiendo la Asociación Diversidad y Escalada en Navarra “DENA” (http://dena.org.es/), para el caso que afecta al posible y cercano cierre de Etxauri, una de las mejores escuelas españolas y sin duda la más importante de esta comunidad foral, que tantos y tan potentes escaladores y alpinistas ha dado a nuestro país.
El inminente cierre de buena parte de Etxauri viene motivado por el interés de recuperación de nidos del “Águila Perdicera” o de “Bonelli”, ave rupícola que lleva años sin anidar en dicha zona, aparentemente a causa del impacto en su medio que genera la actividad de la escalada. Sin duda supone una problemática difícil, que para más inri viene impulsada por el interés generado por una subvención de 1.400.000 € del proyecto europeo “Life”.
Una vez más nos tenemos que enfrentar a intereses económicos de la administración frente a los intereses de los escaladores, siendo que somos uno de los colectivos más respetuosos y que menor impacto genera en el medio, somos los más castigados.
Lo lamentable e injustificable de estas situaciones es que cuando el interés económico o empresarial es mayor que el interés conservacionista, la administración no tiene el menor reparo en permitir explotaciones de recursos naturales por encima del interés general, y por supuesto del natural. Léase embalses, parques eólicos, canteras, grandes tendidos eléctricos, o lo que surja.
Pero por suerte no todo son malas noticias para la escalada. Una muestra del buen hacer de la administración con el debido interés y convenio de todas las partes implicadas lo hemos visto en Monserrat, zona donde el control y regulación de la escalada se viene aplicando desde varios años atrás, siendo modificadas las restricciones a la escalada en función de la constante evolución y recuperación del medio. Esperanzadora también es la futura modificación del PRUG de la Sierra de Guara. Documento en el que tras un arduo trabajo por parte de clubes como Peña Guara, se va a conseguir previo estudio pormenorizado de la problemática de cada zona, una regulación acorde al medio, equilibrada y razonada. Llegándose a permitir nuevos equipamientos en zonas antes prohibidas, prohibiciones temporales frente a antiguas prohibiciones totales, además de nuevas restricciones en zonas de especial sensibilidad. Incluso observa algo nunca visto anteriormente, la diferenciación administrativa del impacto generado por los diferentes estilos de escalada, no valorando por igual el impacto generado por un sector de deportiva, que el de una zona de vías clásicas con el mínimo uso de anclajes permanentes y una menor afluencia de deportistas.
Sin duda, el futuro de nuestro deporte pasa por el conocimiento por parte de todos del impacto que generamos, tanto a nivel natural como en el desarrollo local. Y por supuesto en el consenso con la administración y con las distintas organizaciones de defensa del medio natural, para que se haga un uso proporcionado de las restricciones, así como para garantizar el respeto por nuestra parte de las regulaciones acordadas. Todo ello con el único fin del mantenimiento, respeto y sostenibilidad de nuestro terreno de juego favorito, las montañas y sus habitantes.
Ni los escaladores debemos suponer un problema para la conservación del medio, ni la conservación del medio debe suponer un problema para los escaladores.
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