Por Javier Antoñanzas, OS2O Alpine Team
Hay ciertas montañas o vías de escalada que ejercen sobre nosotros una atracción difícil de explicar a quienes de normal se mueven en horizontal en vez de en vertical. En mi caso, unas de las cuantas que se agolpan en mi cabeza es “Eternal Flame”, en la Torre Sin Nombre del Karakorum pakistaní. Abierta en 1986 por los míticos Kurt Albert, Wolfgang Güllich, Christof Stiegler y Milan Sykora, desde hace muchos años ocupaba un lugar prioritario en la lista y ha servido de combustible desde entonces para poco a poco ir formándome en las diferentes disciplinas que se han de dominar para poder saborear su escalada.
Este año parecía que se alineaban los astros ya que estábamos tres compañeros motivados con la misma idea. ¡Era hora de intentarla! El «terceto» lo formábamos Unai, Adrià y un servidor. Para la organización de la expedición contamos con la ayuda de una compañía local, así que al final la logística resultó más sencilla que otros destinos, más accesibles pero donde toca prepararlo todo uno mismo. Nosotros solo nos teníamos que encargar de sacar los croquis y preparar el material de escalada. Con los petates listos, que contenían más peso entre queso y chorizo que cuerdas, pusimos rumbo a Islamabad.
La Torre Sin Nombre se encuentra en el macizo de las Torres del Trango, a tres días de camino desde el último pueblo, Askole. A él se accede por una accidentada pista donde los desprendimientos de rocas son muy frecuentes. No es extraño que en algunos tramos de la pista solo permanezca en el 4×4 el conductor del vehículo, mientras los pasajeros realizan a pie los tramos más expuestos.
A la mañana siguiente de llegar a Askole, Khalil, nuestro organizador de la expedición, cocinero y amigo, contrató a los porteadores que habrían de transportar las cargas hasta el campamento base. Numerosos mozos del pueblo se acercaron a nuestro campamento para ver si conseguían un jornal, como temporeros en época de vendimia.
Durante el transcurso del viaje entendimos que tanto el pueblo de Askole como otros tantos del valle dependen casi exclusivamente del negocio de las expediciones para subsistir, ya que da trabajo a porteadores, muleros, conductores, guías de montaña, etc. En el trekking de regreso algunos porteadores ya en edad de jubilarse nos decían: “Please, come back”.
Nuestra máxima prioridad en los primeros días de viaje era conseguir una buena aclimatación. El camino hasta el campo base era perfecto para ello, ya que salvaba desniveles modestos y permitía asimilar los esfuerzos. Tras tres días de caminata, nos despedimos de nuestros porteadores y nos quedamos solo con Khalil y Asgard, su pinche de cocina. ¡En la vida habíamos estado con tantos lujos en la montaña, literalmente, a mesa puesta! El campo base del Trango se encuentra a 4000m, en una morrena glaciar que alberga un lago y rodeado de grandes paredes para escalar, todo un paraíso. Identificamos algún Edelweiss entre la multitud de flores que pueblan las praderas y pedreras.
Los primeros días, siempre bajo un sol y calor abrasador, nos dedicamos a escalar algunas de las numerosas paredes que rodean el campo base. El corazón se nos pone a mil a nada que encademos algún esfuerzo seguido y nos vamos a dormir con dolor de cabeza.
Al cuarto día decidimos subir al collado que forman la Torre Sin Nombre con la Gran Torre del Trango, a 5400m, para ir mejorando la aclimatación y observar el inicio de la Eternal Flame. La canal de subida se hace dura. Esta termina en una pequeña chimenea que exige algún movimiento de escalada. Son las 10am de la mañana cuando alcanzamos el collado. Como no encontramos un vivac mejor, nos instalamos como buenamente podemos y vemos pasar el día desde nuestro nido privilegiado. El calor sigue siendo insoportable y nos cobijamos bajo las chaquetas para no fundirnos como la nieve de nuestros alrededores. Más tarde, el sol se pone tras el Uli Biaho y nosotros nos embutimos en el saco de dormir. A la mañana siguiente, mientras regresamos al base, localizamos una zona de vivac más protegida que será la que utilicemos en próximos intentos.
La aclimatación necesaria para escalar a 6000m debe ser perfecta. Por ello decidimos intentar, antes de escalar Eternal Flame, la Gran Torre del Trango, de una altura parecida pero de dificultades mucho menores. Además, es posible acometerla en un día si se vivaquea en la canal de acceso. Seguiremos la vía Americana, en la cara noroeste, que se abre paso por unas canales de roca suelta hasta alcanzar el glaciar. El tiempo, hasta ahora imperturbable, se vuelve más inestable y comienzan a aparecer tormentas vespertinas. Al cabo de unos días pronostican un día de bueno. Subimos a dormir a nuestro vivac en la canal.
Nos sorprende la cantidad de basura que encontramos en la zona: bombonas de gas vacías o a medias, pilas en proceso de descomposición por los suelos y hasta alguna lata de paté “La Piara”. Esto último nos entristece aún más pensando que han sido compatriotas nuestros.
Cae la noche y las gotas que escurren por la pared debido a las altas temperaturas van bombardeando nuestras posiciones. Tras hacer una barricada con las botas y Breathout jacket para desviar su impacto, comprobamos su ineficacia y sentimos como poco a poco va empapando el saco. ¡Suerte que queda pluma para rato! Amanece con un cielo cubierto y amenaza precipitación. No lo pensamos demasiado y bajamos de vuelta al campamento.
El meteorólogo nos informa de que el tiempo sigue variable, pinta medio bueno para el día siguiente y luego viene peor tiempo. ¡Nos ha pillado con el pie cambiado! Sopesamos lo que hacer y finalmente optamos por subir a dormir de nuevo esa tarde, pero a un vivac intermedio, a unos 4600m.
Comenzamos a subir hacia la Gran Torre del Trango a medianoche. Adrià tiene problemas en el estómago y decide regresar al vivac y descender de día al base. Seguimos Unai y yo. A unos 5200m comenzamos, propiamente dicha, la vía Americana. La temperatura es agradable, demasiado para escalar en roca tan rota. Pasamos tan ligeros como podemos por encima de los bloques inestables que se encuentran regados por el agua de deshielo. Menos mal que son solo 3 o 4 largos, que si no… El amanecer nos alcanza ya en el glaciar.
Poco a poco vamos superando la altura de montañas vecinas. Mis fuerzas van hoy muy justitas. Unai abre huella todo el rato y aún así me tiene que esperar.
Hasta ahora, siempre habíamos pensado que la cumbre principal del macizo era la situada al suroeste, la que se veía desde el campamento base. Sin embargo, desde nuestra posición actual, vemos 3 posibles cumbres, ¿cuál será la más alta? Evaluamos la situación. La cumbre más atractiva, independientemente de su altura final, era la suroeste, la que inicialmente queríamos subir. Sin embargo, era también la más alejada y la que implicaba subir por pendientes de nieve más inclinadas. Esta se encontraba en muy mal estado debido a las altas temperaturas y continuamente nos hundíamos hasta las rodillas para avanzar.
Por otra parte, mis fuerzas estaban muy justas y todavía quedaba la bajada. Por último, la ventana de buen tiempo anunciada nunca se llegó a abrir y en esos momentos nevaba. Cambiamos de rumbo y apuntamos a la cima noreste, más cercana y más sencilla. Cada vez avanzo más lento, ¡a este ritmo llegamos al día siguiente! Con un poco de pena, me quedo a 150m de cumbre, mientras veo a Unai alcanzarla rápidamente.
Las nubes lo cubren todo y le ciegan la vista que de otro modo tendría del K2, Gashembrums y otros gigantes del Karakorum. La Torre Sin Nombre queda a tiro de piedra y fantaseamos con subirnos por sus paredes en los próximos días.
La bajada la realizamos sin mayor contratiempo y al terminar los rápeles un fuerte aguacero nos recibe.
De vuelta en el base. Llega el mal tiempo pronosticado, en eso no se equivocan. La cota de nieve, que hasta ahora no había bajado de 6000m, decide hacer una incursión hasta los 4500m, tapizando las paredes de blanco. Caras largas dentro de la tienda-comedor al ir aceptando que nuestras opciones de subirnos por Eternal Flame se están esfumando. Tal y como teníamos planeada la ascensión, necesitábamos 5 días para subir y bajar. Una última llamada al oráculo del tiempo nos informa de que un anticiclón se acerca para los últimos dos días hábiles de escalada y nos dejaría sin sombras en el trekking de vuelta. ¡Vaya suerte la nuestra! Intentamos organizar la vuelta con Khalil eliminando todo margen de seguridad ante eventualidades como un pinchazo o corte de carretera para conseguir algún día extra para escalar, pero aún así andaríamos muy justos. Finalmente, decidimos subir un día antes a la base de la escalada por si acaso el destino se posicionaba a nuestro favor y el anticiclón entraba un día antes.
Subimos por cuarta vez por la canal hasta nuestro vivac. La nieve se ha introducido en las fisuras tras las últimas tormentas pero queremos creer que se irán secando. La canal se divide en dos y, como otras veces, tomamos el ramal de la derecha. Nada más torcer observamos que se han acumulado más de 20 cm de nieve fresca, más de lo que nos imaginábamos.
Llegamos al vivac con la moral un poco tocada. Sin embargo, el cielo se despeja al atardecer y nos inyecta una dosis de motivación. Nos acostamos con una pequeña sonrisa pensando en que el ansiado anticiclón se iba a adelantar.
-¡Chanflos, que está nevando!- Nos despierta Unai en mitad de la noche. Alumbramos y vemos nuestros sacos cubiertos con una fina capa de nieve. Sacamos una lona y nos cubrimos lo mejor posible para aguantar el resto de noche. No hablamos demasiado durante el desayuno y subimos de todas maneras a pie de vía por eso del “y si sí…”, solamente para constatar que no está escalable bajo nuestro enfoque de ascensión.
El tímido sol que aparece no levanta nuestros ánimos y solo sirve para despegar los chuzos de hielo que se han formado por toda la pared, recordándonos de que no estamos en una posición segura y forzándonos a una despedida precipitada de Eternal Flame. Protegidos bajo un bloque, ahogamos nuestra frustración engullendo el abundante chorizo y queso que nos debía propulsar por la vía, buscando quizás alcanzar un estado de embriaguez a base de lípidos en ausencia de alcohol.
Compartimos una última tarde con los porteadores que habían acudido para ayudarnos a bajar todos los bártulos del campo base y a la mañana siguiente emprendimos el camino de regreso a la civilización, tras haber pasado 21 días en nuestro pequeño mundo.
Toca ponerse crema de sol y gorra, hoy el día viene fuerte; cosas del destino. Mientras nos alejamos por el glaciar echamos una última mirada atrás. Eternal Flame, la “Llama Eterna”, seguía ahí, altiva, atemporal. ¿Mantendremos nosotros esa llama eterna interior para una futura ocasión?
Santiago Hernández Miguel
Muy bien relato, enhorabuena, muchas gracias por compartir y suerte a la próxima!😊
Santiago Hernández
Elvis Acevedo
Hola, podrías darme el dato de quien te organizó la logistica?, por favor.
Gracias 🙂
Javier Antoñanzas
Hola Elvis,
siento no haber visto tu comentario antes. El viaje lo organizamos con la empresa Chogholingsa Trek & Tours (https://www.chogholingsa.com/). El responsable se llama Khalil, habla español y es súper majo. Su email es tongorpa33@yahoo.com .
Si tienes alguna duda más, me comentas.
Francisco Salcedo
Lo siento Javier.
Ya me comentaron tus padres.
Son verdaderas y privilegiadas maravillas lo que veis y vivís.
Una envidia solo alcanzable para pocos.
Los demás nos conformaremos con lo que nos transmitis, que no es poco.
Suerte.
Javier Antonanzas Torres
Hola Francisco,
la experiencia fue muy buena y aprendimos mucho sobre cómo afrontar una expedición. Buenas lecciones para una próxima vez, que seguro que la habrá! Saludos!
Juan Miguel Torres
Que bonito. Lo has contado tan bien que parece que estaba alli con vosotros viendo esas montañas miticas y hasta me he cansado. Increible. Ya teneis un sueño, volver a ver eternal flame y conquistarla.
Javier Antonanzas Torres
Muchas gracias tío, la montaña es así de bonita y de caprichosa. Habrá que volver otra vez a ver si lo conseguimos. Un abrazo!