Por Óscar Sanmartín del OS2O Alpine Team
Escalar en el macizo del Fitz Roy y el macizo del Cerro Torre era un sueño que desde hacía mucho tiempo representa como pocos lugares lo que para mí es la definición del alpinismo, andinismo en éste caso. Mucho más que un deporte, una forma de vida que nos arrastra constantemente a salir de nuestra zona de confort y enfrentarnos una y otra vez a las barreras naturales de lo “imposible”. Una conquista inútil en lo material que nos ayuda a crecer física, técnica y espiritualmente. Son llamativas las largas aproximaciones en terreno despoblado, los glaciares y las vertiginosas paredes de las agujas que conforman estos macizos. Todas las ascensiones requieren escalada de dificultad y todos los descensos son comprometidos y verticales. Ésto, y la belleza del lugar lo dotan de un sentimiento salvaje y peligroso que nos acompañará en cualquiera de sus ascensiones, en contraprestación las emociones que aquí sentimos se intensificarán como en pocos entornos ocurre.
Una de las cosas que más llamó mi atención antes de comenzar mi viaje a la localidad de la Patagonia Argentina de El Chaltén, fue que resultaba difícil de explicar el por qué elegimos éste destino. Para la gente que no practica este deporte, o que simplemente lo concibe desde otro punto de vista a mi perspectiva personal, un viaje de alpinismo estaría relacionado con escalar montañas de gran altura pensando en aquellas de 8000 metros como la cúspide de este deporte, frente a los escasos 2000 ó 3000 metros sobre el nivel del mar de las montañas de ésta región. Mientras que, para los practicantes de esta disciplina que valoramos mucho más allá de los metros de altitud, los problemas del lugar están en la caprichosa meteorología patagónica con sus constantes vientos y borrascas que dificultan muchísimo tener éxito en las actividades, especialmente si el viaje es de tan solo tres semanas. Para nosotros la elección vino por algo más romántico y emocional que la cifra de la altura de la montaña o la probabilidad de éxito en nuestras escaladas.
El Chaltén es una joven localidad de la provincia de Santa Cruz en la Patagonia Argentina, fundada en los años 80 a iniciativa del estado argentino para la creación de un municipio en la zona y que pronto encontró en los escaladores y practicantes del treking un fuerte motor de desarrollo, centrando su actividad económica en el turismo activo. En 25 años, la población de El Chaltén ha pasado de sus 49 habitantes del año 1990 a los más de 2000 habitantes del año 2015. Esto se ha notado en la mejora de sus servicios de hostelería, mercados, tiendas de material técnico, servicios de guía de actividades por la zona y, también en su construcción a modo de cabañas separadas y gran parte de ellas en constante ampliación; pero como era de esperar también es notable en los precios, bastante superiores a los de otras partes de Argentina.
Desde El Chaltén se inician los treking y aproximaciones a las diferentes partes de la zona, primero por cómodos senderos hasta los miradores más visitados como el Lago Torre, con muy buenas vistas al macizo de Cerro Torre o la Laguna de los Tres para divisar de cerca la parte sureste del macizo del Fitz Roy, entre otras. A partir de estos miradores donde finalizan los senderos, las aproximaciones a las montañas pasan a ser una empresa bastante más exigente y tortuosa por colas de glaciares, pedreras y neveros. Las aproximaciones a las montañas de El Chaltén juegan un papel bastante importante en las ascensiones de la zona ya que, debido a las cortas ventanas de buen tiempo es necesario realizarlas rápido y con bastante peso, lo que obliga a ir bien preparados físicamente si no queremos comenzar las escaladas más fatigados de lo que nos gustaría. La climatología juega quizá el factor más determinante aquí, ya que los fuertes vientos a menudo superan los 100km/h en lo alto de las montañas impidiendo un mínimo de seguridad para la escalada por los riesgos que conlleva en caídas, enganchones de cuerda, congelaciones etc… Convirtiéndose así la interpretación de las previsiones meteorológicas en una labor más de cada actividad. En general, las ventanas de vientos suaves para poder escalar no superan dos o tres días, a veces menos, por lo que se suele aproximar y volver días con una meteorología regular, que sin ser buenos para escalar sí que son aptos para andar por las bases de las montañas.
A nuestra llegada al El Chaltén comprobamos la meteo, y todo se precipitó bastante porque predecían un día de buen tiempo a la jornada siguiente, conque a toda prisa compramos los suministros justos y elegimos objetivo. Las paredes estaban bastante tapizadas de nieve por las tormentas anteriores y, siendo diciembre las condiciones suelen ser más favorables para vías de escalada en hielo y mixto, por lo que descartamos escalar vías de roca de momento. Por otro lado para lo que era nuestro objetivo principal, la vía Ragni al Cerro Torre estaba en muy malas condiciones, según las cordadas que lo habían intentado ese mes, y tampoco había una meteo de varios días de buen tiempo necesarios para ir y escalar esa vía; ya que comienza desde una zona muy aislada en el campo de hielo sur que en caso de cambio de tiempo se convierte en una zona bastante peligrosa y remota, así que optamos por elegir la mítica vía Exocet al Cerro Standart. La elección trata de una escalada que en total ronda los 600 metros, con unos largos de mixto al comienzo, unas rampas de nieve en la parte central y una preciosa chimenea de hielo vertical de 200 metros para llegar al Hongo Solomital.
Tras un día de abrupta aproximación por la cola del Glaciar del Torre y bastante cargados de material, pasamos la primera noche en el llamado Campamento de Noruegos, un lugar en la base del Cerro Torre con unos muros de piedras montados por los escaladores que resguardan nuestra tienda de los fuertes vientos de la zona. En la noche siguiente comprobamos que la previsión ha acertado, el tiempo mejora y nos apresuramos a escalar el corredor que lleva al Col Stardart, una brecha en la parte sur del macizo que da acceso a la vía. En la primera parte de la vía todo fue genial, son tres largos de escalada mixta técnicos, divertidos y con unas vistas espectaculares al amanecer; después le sigue una larga travesía por nieve y trepadas de menor dificultad, hasta la cara éste de la montaña donde ya podíamos comprobar que el día estaba siendo bastante más caluroso de lo esperado. Finalmente, tras un corto rápel para pasar completamente a la cara Este, donde a las 10 de la mañana el sol ya incidía con mucha fuerza, nuestras ilusiones de tener éxito se desvanecieron al comprobar que el inusual calor para la época estaba convirtiendo todo el hielo tapizado acumulado en las tormentas anteriores en ríos de agua que caían por todas las canales de la pared, especialmente por la que teníamos que escalar sobre hielo. Al principio dudamos en correr más riesgos de los deseados, pensando que si escalábamos la primera parte de la chimenea después la situación mejoraría, pero adicionalmente comenzaron los desprendimientos de hielo desde el hongo de la cima por el interior de la chimenea, y desistimos de hacer cualquier cosa que empeorara nuestra situación; puesto que por suerte el lugar donde estábamos se encontraba muy resguardado de los desprendimientos y nos garantizaba una relativa seguridad hasta que pasase la mañana, la pared quedara a la sombra y, ya sin hielo que caer los desprendimientos cesaran. Por la tarde y sin tanto peligro, descendimos con paciencia los 600 metros de rápeles que nos separaban del suelo. Los descensos aquí son una labor de artesanía. Existen numerosas instalaciones de rápel a base de clavos, puentes de roca, fisureros y restos de cuerda que otras cordadas abandonan por enganchones de cuerda en los rápeles, pero todas estas instalaciones están en muy mal estado por estar sometidos a los constantes cambios de temperatura. En consecuencia, la forma más segura de descender es reconstruir con paciencia éstos puntos para hacerlos más sólidos, tener cuidado con las posibilidades de que las cuerdas se enganchen y poco a poco descender hasta la seguridad del suelo.
Ya en la jornada siguiente, lejos de estar tristes por fracasar en nuestro objetivo, volvemos al pueblo emocionados con la experiencia vivida convencidos de que seguiremos intentando vías y que habrá más suerte en otra ocasión. Si bien esperábamos descansar en un albergue unos días para recuperarnos de nuestro intento a Éxocet, pero lo primero que hacemos al llegar al pueblo es conectarnos a Internet y volver a mirar la previsión meteorológica y ¡sorpresa! Después de un día de viento que podría utilizarse en aproximar, viene otra jornada de buen tiempo para escalar, así que todavía extenuados y sin tiempo para descansar comenzamos los preparativos para otro intento. En ésta ocasión, teniendo en cuenta que las vías de hielo han quedado en muy malas condiciones por el calor decidimos probar suerte en una vía de escalada en roca, a pesar de que quizá es demasiado pronto en la temporada como para encontrar la roca completamente despejada de nieve y que esa situación, dificultará seguro la ascensión.
El objetivo ésta vez es la vía Franco-Argentina al Fitz Roy. Así que otra vez emprendemos una larga aproximación de unos 20 kilómetros y 1500 metros de desnivel cargados con el mínimo material posible, ésta vez hasta los vivacs del Paso Superior, un collado que da acceso a la cara éste del Fitz. En la parte final de la aproximación, ya por nieve blanda en la que nos hundíamos paso a paso, notábamos que después de cuatro días seguidos de actividad nuestras fuerzas ya no eran las mismas, pero aquí juega un gran papel nuestra motivación y la buena preparación física que habíamos estado trabajando un tiempo antes de nuestro viaje a Patagonia. No obstante, la motivación no ganaba a la razón cuando uno piensa en realizar dos actividades así y seguidas a sabiendas de que quizá sea demasiado como para moverse a la velocidad que requiere una ascensión como la del Fitz Roy en el día. De todas formas, nosotros teníamos claro que lo queríamos intentar, y así fue. Madrugamos bastante para ganarle la carrera a sol y pasar el corredor de acceso de unos 300 metros al hombro de la cara sureste de la montaña pero a pesar del esfuerzo de poco sirvió las prisas. Esa noche casi no había rehielo y la calidad de la nieve era bastante lamentable. Superar el corredor nos costó bastante y para poner la guinda a la mala suerte al terminar el corredor uno de mis crampones se rompió. Aún así seguimos más por escalar y disfrutar de la pared que teníamos allí que por esperanzas de hacer cima realmente. La escalada no defraudó, los largos de sexto grado más verticales estaban limpios de nieve y nos regalaron algunas de las mejores fisuras de autoprotección que hayamos escalado, no así las partes más fáciles de la vía que como era de esperar en diciembre todavía tenían nieve y hielo que hacían más entretenido aunque no más rápido el ascenso.
El resultado fue que a comienzos de la tarde todavía estábamos a mitad vía, bastante cansados, sin saber cómo iba a poder escalar la parte final de escalada mixta con un solo crampón y con poca comida y material como para pasar una noche “decente” en la pared. La decisión más razonable era evidente y pasamos el resto de la tarde descendiendo rápel a rápel para después caminar hasta el vivac. Creo que nunca había estado tan cansado, sólo piensas en salir de la nieve hasta el vivac en la roca, sentarte y esperar a que el hornillo haga su trabajo y te conceda exquisitos manjares como unos fideos solos o un té con restos de pasta. Hemos fracasado, dos veces, el cuerpo entero duele pero en ésos momentos cualquier problema que uno pueda tener en la vida simplemente desaparece de la mente. Estás vivo en uno de los lugares más increíbles del planeta, vas a beber, a comer, a dormir y mañana… ya se verá.
Después de tantos días de actividad no quedó más remedio que descansar al menos dos jornadas aunque en El Chaltén no por ello dejas de escalar. Junto al pueblo podemos encontrar varios sectores de escalada deportiva y de bloke en los que sin duda en un viaje aquí pasaremos parte de los días esperando una meteorología mejor o simplemente descansando. Tras dos días de descanso las previsiones meteorológicas no mejoraban, seguían los fuertes vientos, así que dedicamos una jornada a llevar el material de escalada a la parte norte del macizo del Fitz Roy y dejarlo allí para acudir ya sólo con la comida y la ropa cuando el tiempo mejorase. 40 kilómetros y 2000 metros de desnivel de caminata después estábamos de nuevo en el albergue pidiendo otros dos días de descanso.
Se acercaban los últimos días de nuestro viaje y parecía que el viento daba una tregua así que planeamos la que sería nuestra última posibilidad de completar una escalada y habíamos elegido la vía Casarotto al Fitz Roy como último intento. Se trata de una preciosa vía de roca de 1200 metros de escalada que la semana anterior había sido escalada sin llegar hasta la cima por una cordada italiana y más o menos estaba limpia de nieve. Aproximamos y conforme nos acercábamos a la zona las nubes se cerraban, el viento se intensificaba y empezaba a nevar, todo lo contrario de lo que predecían los modelos metereológicos. Cuando llegábamos al punto donde habíamos dejado el depósito de material se desató una de las mayores tormentas de nieve que haya visto, se producían rachas de viento muy superior a 100 km/h que sólo te dejan caer al suelo y esperar a que aminorasen para recorrer unos metros más. Desenterramos el material de la nieve recién caída y sin dudarlo nos retiramos, aquello no tenía ninguna pinta de mejorar y aunque lo hiciese la vía estaría completamente tapizada de nieve. Cuando te retiras de una actividad la primera semana piensas que vendrá mejor tiempo y que volverás para tener éxito unos días después, pero cuando lo haces los últimos días ya sabes que no habrá próxima oportunidad. Bajamos hasta el fondo del valle y cuando el bosque nos dio cobijo de la nieve y el viento preparamos el vivac para pasar la noche junto a unas reses de ganado que parecían inmutables ante la tormenta y nuestra presencia.
La noche del vivac, la vuelta al pueblo y los días posteriores con el viaje de vuelta no puedes evitar preguntarte una y otra vez que has hecho mal para fracasar en el viaje. Piensas qué otras posibilidades había de planear las actividades, como haber ido más rápido, que elecciones hubieran sido mejores y un largo etcétera de posibilidades. Puede parecer un ejercicio de masoquismo pero es parte de la vida misma y por supuesto del alpinismo. Si siempre tuviéramos éxito en lo que nos proponemos al primer intento no aprenderíamos, no seríamos capaces de ver los obstáculos ni los peligros. Durante nuestra estancia en El Chaltén y sus montañas hemos experimentado como en ningún otro lugar la dificultad de sobreponerse a condiciones y meteorología constantemente cambiantes, a constantes contratiempos, a un escenario enorme tanto en las aproximaciones como en los descensos, a vivir durante varios días fuera de la “zona de confort” y a retirarnos cuando los riesgos de continuar superan la línea imaginaria que todos tenemos o deberíamos tener delimitando la elección entre la seguridad y la cima.
Las montañas siempre estarán allí, nosotros no, por eso debemos cuidarnos en sobrevivir a nuestras ilusiones, para aprender y volver a intentarlo.
Martin Mena Plaza
Un montañero español, ya muy veterano para estas hazañas, os felicita y anima a seguir coronando cimas y escalando paredes como esas. ¡Animo a todos!
Carlos
Bien intentado muchachos!!!! Lo mas importante es el vivir la experiencia. Apenas si camine por los senderos del Chalten y estar en ese lugar es algo unico. Un abrazo desde Buenos Aires