Por Miquel Mas del OS2O Alpine Team
«Estoy en la reunión número 4. Marc lleva varias horas escalando el largo, hace frío y mucho viento. A mi derecha hay un glaciar colgado que de manera periódica va escupiendo diversas toneladas de hielo que tiñen con un tono blanco azulado toda la base de la pared. A la vez, a mi izquierda, se oye como se derrumban tres bloques de roca de un tamaño parecido al de un frigorífico barriendo todo lo que se encuentra a su paso. ¡Bufff… solo espero que no sea cada día así, si no esto va a ser duro!»
¡¡¡¡Bienvenidos a la PATAGONIA!!!!
El 26 de diciembre junto con Marc Subirana pusimos rumbo a la PATAGONIA, al extremo sur de Chile, en la Región de Magallanes y la Antártica Chilena. Concretamente a unas de las paredes más hermosas de la tierra, LAS TORRES DEL PAINE. El objetivo estaba claro, dedicar todos los días que durara la expedición a escalar la Cara Este de la Torre Central del Paine por la Vía SUDAFRICANA. Pero cuidado, no era tarea fácil. Pasados 34 años desde su apertura, tan solo cuatro cordadas han logrado ascender esta vía… !Ahí queda eso!. Los números hablan por si solos. Sin embargo, las estadísticas están para romperlas y nosotros queríamos formar parte de este reducido ranking de ascensiones de la vía. Así, la primera pregunta que yo me hice fue; ¿Por qué han subido tan pocas personas por una pared mundialmente conocido como esta?. Dicha respuesta la obtuve tan pronto como me vi inmerso en mi propia piel en medio de la inmensa pared. Durante las siguientes líneas intentaré explicaros esta respuesta y justificar porque la Patagonia puede ser tan injusta y traidora pero a la vez tan extraordinaria, mágica y única.
Cuando explicaba a mis padres y amigos de que se trataba este proyecto les decía que para mí era como ir a los mismísimos Juegos Olímpicos de la escalada y que teníamos un 80% de probabilidades de fracasar. Si en otras expediciones tenía dudas y miedos, en esta los interrogantes eran demasiados… pero claro, ¿que sería mi vida sin desafíos? ¡Que empiece la fiesta!. Para poneros en contexto, lo narraré en primera persona del presente:
El viaje en cuestión empieza solo dos meses antes en casa de Jan B Anes (Yosemite), nada más terminar de escalar la SALATHÉ con Marc y Jan. Los tres, con la motivación por las nubes y casi tocando el cielo nos ponemos a organizar la logística, estrategias y recuento individual de material, debido a que no nos veríamos los tres juntos hasta el día 29 de diciembre en Chile (Puerto Natales).
Así pues, Marc y yo llegamos con todos los petates a Puerto Natales. Después de dos días tramitando los permisos de escalada recibimos la mala noticia de que Jan se había roto el hombro surfeando en Puerto Rico un día antes de partir de viaje y lo tenían que operar. ¡Que mala suerte!. Pobre Jan, después de hablar con él y darle muchos ánimos nos dimos cuenta de que este cambio de planes nos afectaría mucho. Habíamos repartido todo el material y las cuerdas entre los tres, y ahora, sin Jan nos faltaba una parte importante del equipamiento. Nos pusimos en contacto con los escaladores de Puerto Natales y les pedimos si nos podían dejar algo de material y algunas cuerdas. Por suerte en el mundo aún queda gente maravillosa y dos escaladores, Jorge Ruix y Pablo, nos dejaron lo que pudieron durante todo el tiempo que nos hiciera falta. Muchísimas gracias de nuevo. Tuvimos que estar algún día más en la civilización para acabar de reorganizar toda la movida y comprar comida para un mes. Al mismo tiempo, para no perder la forma estuvimos escalando en un sector cerca de Puerto Natales, “La tortuga”, curioso conglomerado con la Laguna Sofia de fondo.
APROXIMACIÓN
Todo está listo. Después de los largos trayectos con autobús, ya estamos en la entrada del parque de las Torres del Paine cargados con seis petates a reventar. La primera pantalla del video juego que teníamos que superar era llegar esa misma noche al Campo Torres para poder hacer noche y dormir allí. Esto de hacer los porteos de todos los petates es de lo más desagradecido de la expedición. Hay que cargarse con más de 30 Kg a la espalda, subir un tramo, dejar un petate, bajar y subir el otro… así hasta que llegas a tu destino, multiplicando los kilómetros del camino y quitándole años de vida a las rodillas y a la espalda. Las mulas sólo pueden llevar los bultos hasta el Refugio Chileno que hay a tan solo una hora caminando. Sin embargo, hasta el campo torres son tres horas y media y hasta el «campo base» de seis a ocho horas en total. Este último es un trekking muy famoso y bonito que llega hasta el mirador de las Torres.
Con la espalda destrozada pudimos llegar por la tarde al Campo Torres. Afortunadamente, era Nochevieja y los guardas parques estaban cocinando un asado brutal al cual nos invitaron a su celebración en pequeño comité. Esa noche conocimos a una pareja de vascos, una catalana y una francesa que nos ayudaron el día siguiente a subir parte del equipo hasta el «campo base». Digo «campo base» por decir algo. Se trata de un bloque de piedra gigante cortado por la mitad con una pequeña cueva bastante larga pero con tan solo 1,20 metros de altura con todo el lateral abierto a la intemperie. Si llovía te mojabas, si nevaba te mojabas y si soplaba viento te congelabas. Es decir, incomodidad brutal. La primera noche ya nos levantamos con los sacos de dormir completamente empapados. Después de esto, optamos por montar la hamaca en el bloque, de este modo por la noche estaríamos aislados del temporal.
Otra peculiaridad de este «campo base» es que se encuentra en el medio de dos valles y allí se canaliza el viento formando unas fuertísimas corrientes que pueden superar los 100 km/h. Un cúmulo de situaciones que hacen que sea un sitio arduo para hacer noche. Sin embargo, cada mañana nos levantábamos y lo primero que veíamos eran las tres Torres del Paine para nosotros solos, y esto, no tiene precio.
EL ARTE DE ADAPTARSE
Del «campo base» hasta la pared eran más o menos dos horas caminando cargados por el glaciar de las Torres sorteando grietas. El plan era intentar escalar cada día y llevar algo de material a pie de vía. Pero claro, esto es la Patagonia, así que había días que podíamos llegar a escalar algún largo hasta que la lluvia nos sacaba de la pared, y otros, en los que no podíamos escalar ni un metro y el tiempo sólo nos permitía llegar a pie de vía para dejar algo de material. Prácticamente cada día llegábamos a la cueva totalmente empapados y helados de frío. La única solución era darle gas al hornillo «tipo estufa» de Marc y secar la ropa.
Así era nuestro día a día, hasta que pudimos fijar cuerda en el largo número 9 y poner la hamaca en el largo 10 “Shattered Pilar”(campo 1). A partir de este punto ya no bajaríamos más hasta el final, nos quedaríamos a vivir en la pared. Aunque no lo pueda parecer la calidad de vida mejoró muchísimo.
Había muchos días que mirabas la pared y se veía tan inmensa que te ahogaba una sensación inmediata de estrés. Sin embargo, nuestra manera de enfocar el problema y pasar a la pantalla siguiente del video juego era seccionar la pared por partes y plantearnos pequeños objetivos que se pudieran alcanzar e intentar avanzar cada día lo que la climatología nos lo permitiera.
Desde la última repetición de la vía (año 2012) hasta ahora, parte de ésta había sufrido algún cambio. Se produjo un derrumbe en el largo 5 del tamaño de un autobús. En consecuencia quedó un largo totalmente nuevo, con tramos lisos como el mármol donde antes se encontraba un díedro. Ante esto, Marc se lo curró increíble, poniendo una expansión nueva por la imposibilidad de avanzar (era demasiado liso) si se quería enlazar con la última parte del largo original. Ahora el largo se ha modificado y nosotros lo hemos graduado de A3. Nos costó varias horas abrir este tramo nuevo del derrumbe.
Mientras estábamos viviendo en la pared el tiempo patagónico hacía de las suyas. Durante el día teníamos pocas horas de ventana de buen tiempo para poder escalar, eso si no llovía o nevaba. Por la noche, dentro de la hamaca el viento te mareaba como si de una batidora se tratase. En dos ocasiones tuvimos que estar dos días enteros encerrados dentro de la hamaca sin poder salir por culpa del temporal. Eran los momentos de encender el mp3 y escuchar muchísima música y esperar que el tempo mejorara. La música me relajaba y me ayudaba a aislarme de lo que sucedía.
En algún momento te despertabas de un susto porqué caían purgas de hielo de más arriba y chocaban contra el toldo de la hamaca. “No hay más remedio, hay que ser paciente y esperar, nos tenemos que adaptar». Suerte que con Marc el silencio nunca es incómodo. Afortunadamente uno de los días que nos hizo un sol de campeonato fue cuando nos tocaba escalar uno de los largos más difíciles de la ruta. Como se agradecía escalar con buena temperatura y sin viento, era otro mundo. Sólo por estos momentos merecía la pena esperar. ¡La sensación de escalar con buenas condiciones en la cara este de la Torre Central es algo indescriptible!
DEJA QUE ESTA DUDA QUE HAY EN TU MENTE NO PREGUNTE
Ya era la hora de mover el campamento y trasladarlo a la “Boing Ledge” (campo 2). Estábamos cansados y teníamos que subir mucho peso. Todo era muy lento. En la reunión hacíamos dos triangulaciones: en una colgaban dos petates y en la otra los dos petates restantes y la hamaca. Para poder con todo el equipo primero subíamos el primer bloque de petates unos 5 metros y lo bloqueábamos. Después subíamos el segundo bloque y así de cinco en cinco… El que iba de segundo subía a la par con los petates y los desenganchaba de la pared. Muchas maniobras y muy lentas.
Eran las 20:00 y aún nos faltaba escalar un largo para llegar a la “Boing Ledge”. En este momento la ventana de buen tiempo se cerró y empezó a nevar con ganas y a soplar aire con mala leche. Dificultaba mucho la escalada, se nos estaba haciendo de noche, y yo ya pensaba que tendríamos que plantar la hamaca en la reunión de dos fisureros y un friend dónde estaba colgado encima de todos los petates. Gracias a dios que a la 01:30 de la madrugada escuché un leve grito de Marc difuminado por el viento diciéndome que ya estaba en la reunión. Por fin, después de subirlo todo, desatascar los típicos enganches de cuerda y montar la hamaca con un viento muy incomodo, a las 05:00 de la madrugada estábamos dentro del saco de dormir. Otro día épico, pantalla superada.
El video juego cada día era más difícil. Ya estábamos en los últimos largos de la vía, hacía más frío y las nevadas de los días anteriores habían dejado ciertas fisuras mojadas con su posterior helada.
Yo estaba acabando un largo relativamente fácil y tan solo quedaban unos ocho metros para llegar a la reunión. Era una fisura perfecta vertical de la medida del Camalot del 3, pero con el problema de que en toda la parte interior habían unos tres milímetros de hielo duro trasparente que hacía que las levas del friend no se aguantaran y resbalaran. Saqué mi piolet y empecé a picar el hielo para hacer un hueco para emplazar el friend. Sin embargo, no había manera, no podía subir. Después, lo intentó Marc, pero tampoco podía. Lo volví a probar yo sin éxito de nuevo. Estaba toda la fisura helada y el hielo demasiado duro. Ante esto, no nos quedo otra que montar una reunión de friends, fijar la cuerda y bajar abajo a dormir a la hamaca que se estaba haciendo de noche. Esta pantalla no la pudimos superar e íbamos con los días contados, ese contratiempo fue fatal, nos desestabilizó bastante.
Durante la noche dentro de los sacos pensábamos como podíamos hacerlo. Las dudas empezaban a ocupar toda mi mente. De repente, una idea un poco rara pero posible para superar la situación de bloqueo surgió como un rayo en mi mente. La idea innovadora era coger el hornillo y meterle gas a tope y que la llamarada derritiera el hielo.
Nos faltaban tres largos para finalizar la ruta y una trepada de III/IV hasta la cumbre.
“De todos modos, aunque pudiésemos pasar la parte de hielo vamos muy justos de días… joder que mierda!”. No podía dormir, teníamos poco tiempo y demasiadas dudas. Sin embargo, estábamos tan cerca de conseguirlo, a solo un par de días que había que intentarlo. Nos levantamos a las 06:00 de la madrugada con fuertes vientos y estaba nevando un poco, tuvimos que esperar unas horas hasta que mejorase el tiempo. Los 12 días que llevábamos viviendo en la pared pasaban factura. Sobre las 12:00 miramos el cielo y vimos que se estaba despejando, no hay lugar para más dudas, había llegado la hora. ¡Último esfuerzo!
Después de subir por las cuerdas hasta el punto de bloqueo del día anterior, pudimos comprobar que era muy tarde, el temporal de la mañana nos había retrasado demasiado, pero no era excusa.
«Somos muy conscientes de lo que nos ha costado llegar hasta aquí y no vamos a tirar la toalla…»
Me pongo todo el equipo encima, miro como está el hielo de la fisura y veo que está igual o peor que el día anterior. Hay que innovar para subir, saco el hornillo y le meto gas a tope, la llama se canaliza por la fisura y va tirando un buen rato hasta que se me quema el cordino al que está atado el hornillo. En este momento con el hielo sobre calentado saco el piolet y empiezo a picar el hielo hasta que tengo el espacio suficiente para colocar dos levas del friend, y… ¡¡funciona!! ¡¡Es muy lento y precario pero funciona!! Cambio el cordino y empiezo de nuevo, así hasta la reunión, venga que lo conseguimos. ¡Ya solo nos faltan dos largos!
El siguiente largo también presenta bastante hielo, voy utilizando la misma técnica hasta que se me estropea el hornillo. Intento subir colocando los friends de una manera súper precaria. Sin embargo, las levas del friend resbalan y me caigo unos metros. ¡Buff… esto es alpinismo, que difícil!. Por suerte cada vez hay más hielo pero es más blando y puedo romperlo con el piolet. Al cabo de unos metros veo más factible dejar la fisura y tirar por una placa con micro fisuras por la derecha, así descanso del hielo y utilizando técnicas de artificial con “birdbreks” avanzo más o menos bien. Después de una buena lucha llego a la reunión. «¡¡Venga venga!!. Solo nos queda un largo y la trepada final hasta la deseada cumbre.»
ACEPTACIÓN
«Fijo la cuerda y le digo a Marc que ya puede empezar a subir el largo. Yo estaba tan sobre activado que no sabía ni que horario llevábamos. Me doy cuenta que el tiempo está empeorando por momentos, estaba empezando a nevar, cada vez había más nubes y el viento golpeaba fuertemente. Cuando ya estábamos los dos colgando de la reunión el temporal era severo. Estaba nevando con mucha mala leche. Tenía tantas ganas de subir que no era muy consciente de la situación. Marc había tenido tiempo de reflexionar y valorar el tema mientras me aseguraba. Después de hablar durante unos minutos debajo del temporal y exponer todas las opciones decidimos retirarnos. Era muy tarde, el tiempo no era nada bueno y aún nos faltaba bajar rapelando hasta la hamaca con el viento que nos azotaba. Es difícil tomar la buena decisión cuando se mezcla el sentimiento y el orgullo, el tema es vencer y desbloquear el diálogo mental entre las ganas de coronar a cualquier precio o aplicar el sentido común de la circunstancia.»
Una vez habíamos aceptado la situación, empecé a bajar por la cuerda rapelando y se me escaparon unas lágrimas de tristeza, no quería que se acabara aquí después de todo lo sufrido. Pero cuando empezábamos el siguiente rapel dirección a la hamaca y vi que las cuerdas se alzaban por encima de mi cabeza como una serpiente a causa del viento desperté y la cumbre quedó olvidada instantáneamente. Concentré toda mi fuerza y todos los sentidos para que los rapels salieran bien ya que se estaba haciendo de noche y es una de las maniobras más peligrosas del alpinismo. Esa noche en la hamaca con Marc estábamos un poco desanimados, nos había faltado muy poquito, casi era nuestro, por un largo. Se nos pasó por la cabeza anular los vuelos a Barcelona y comprar otros pero nos enviaron un mensaje al teléfono satélite informándonos que pronosticaban días con muy mal tiempo y además teníamos que ir a trabajar el lunes. «Nada, hay que aceptarlo, no hemos podido y ya está».
A la mañana siguiente Marc, con su elegancia y saber hacer, se puso a montar los rapels y yo descolgaba todos los petates. A las 22:30 ya estábamos a pie de vía con todos los petates y todas las cuerdas. Nos faltaba la dura tarea de portearlo todo hasta el «campo base» de noche y acompañados de una buena tormenta que nos hizo llegar a las 04:00 de la madrugada, reventados, hambrientos y totalmente mojados al «campo base». No tuvimos tregua hasta meternos dentro del saco de dormir. Después de descansar y comer los pocos víveres que nos quedaban nos despedimos de las Torres del Paine y nos prometimos que volveríamos otro año con todo lo aprendido para volver a intentar pisar la Cumbre de esta brutalidad de pared.
Todo el tiempo que estuvimos en el «campo base» y los 13 días en la pared fueron una pasada y ahora ya en casa me siento muy orgulloso de nuestra actividad y satisfecho de la lucha que hemos compartido mano a mano hasta el final. Los créditos del video juego se nos acabaron, pero por poco hacemos realidad nuestra ilusión. La Patagonia es así, ella siempre manda. Sin embargo, siempre tendremos una nueva oportunidad.
Trailer de la ascensión
https://www.facebook.com/OS2O.Outdoor/videos/341683663328045/
CLAUDIO ALVARADO
FELICITACIONES POR EL RELATO, ME PERMITIÓ VIVIR PASO A PASO UN SUEÑO NO CUMPLIDO DE HACE 50 AÑOS ATRAS.
TUVE LA SUERTE DE TRABAJAR EN TERRENO CON UNO DE LOS ESCALADORES DE LA PRIMERA ASCENCION DE LA CENTRAL, BARRY PAGE, Y SU RELATO ERA MUY SIMILAR A LO QUE UDS, VIVIERON.
ENVIDIA SANA SIENTO, QUE HERMOSO RETO SON LAS TORRES.
NO SE ENTREGUEN , INTENTENLO LUEGO YA QUE EL TIEMPO PASA DEMASIADO RAPIDO……SALUDOS CORDIALES
felipe
Hola!
Muchas gracias por compartir esta experiencia. Una pregunta: por qué tardó 2 días obtener el permiso? es normal? Piden algo en particular (además de un buen seguro)
Gracias!
Juan Diego
Fantástico articulo, me ha tenido enganchado todo el tiempo, estaba convencido de que lo conseguiríais, espero que podáis volver y rematar a ese mastodonte!!!
Un abrazo
Juan Diego Simón