Por Carlos del OS2O Alpine Team
Este invierno ha sido particularmente malo para los amantes del frío y la nieve. Desconozco la causa exacta, si han tenido algo que ver los famosos “El Niño” y “La Niña”, o simplemente el cambio climático nos azota con cada vez mayor evidencia. El caso que han sido unas cuantas las actividades frustradas, esquí de travesía con largos porteos en pleno invierno, intentos de escalada en hielo inexistente, viajes de más de 2000 km que acaban en nada y la frustración de ver una semana tras otra la ISO 0º por encima de los 3000 metros en el mes de enero y las cascadas de Gavarnie como en primavera o peor. Somos muchos los locos que año tras año anhelamos el invierno como estación más deseada, pero cuando ésta no llega la desmotivación se va haciendo fuerte y sucumbimos a actividades placebo menos deseadas.
De todas formas, cualquier amante del alpinismo está habituado a encontrarse en esas situaciones, pues el fracaso forma parte habitual del juego. Hay muchas formas de fracasar ante un proyecto o escalada, las condiciones meteorológicas o de la montaña, un estado de forma inadecuado, debilidad psicológica ante las dificultades, mala planificación…Cualquiera de estas formas son extremadamente comunes, y nos llevarán a un irremediable fracaso en nuestros objetivos. Pero, ¿acaso esto tiene que ser necesariamente negativo?
Vivimos en una sociedad que premia el éxito por encima de todas las cosas, cada vez más el éxito es el objetivo más perseguido, más allá de la felicidad. Fama, dinero, reconocimiento, respeto, desarrollo personal… Son muchas las razones que nos empujan a buscar triunfos en nuestra vida, y el fracaso no debe formar parte de ella. Cualquiera que esté condenado por el fracaso es cruelmente marginado o relegado socialmente de su estatus. Además está de moda el éxito rápido, al igual que la comida rápida, por insípido que sea el resultado.
Sin embargo el fracaso juega un papel crucial en todo esto, tanto en este deporte como en otro, o en cualquier aspecto de la vida. Pues es el fracaso lo que nos empuja a mejorar. Cada vez que tropezamos y caemos, nos debemos esforzar en levantarnos y continuar sin volver a tropezar. Gracias a ello mejoramos, nos planteamos objetivos cada vez mayores que nos obligan a entrenar, a prepararnos, a fracasar y reponernos una y otra vez. Pero una vez alcanzado el objetivo, la cumbre, el pódium, o la cadena de la vía deseada, la satisfacción es directamente proporcional al esfuerzo realizado.
No Pain, No Gain.
En el mundo de la competición la actitud no debería ser distinta. Si bien el triunfo es primer y último objetivo, no reconocer o asimilar correctamente el fracaso puede generar problemas, tanto con otros competidores como con nosotros mismos, ya sean en forma de frustración como en inseguridad o baja autoestima. Esto tampoco quiere decir que un competidor deba conformarse con fracasar, para nada. De hecho los grandes ganadores no llevan nada bien perder, pero si son auténticos deportistas con afán de ser los mejores, aprenderán de cualquier derrota como si de una lección se tratara.
En la escalada deportiva es habitual cruzarse con escaladores que tras haber errado en algún movimiento gritan, maldicen y hasta se enfadan con cualquiera que ose decirles algo. Otros culpan a cualquier cosa ajena a ellos mismos para no reconocer su error. Puede ser una forma de liberar la rabia por haber fracasado, pero a veces sólo genera frustración y si esa reacción no se corrige finalmente convertirá algo que puede ser un magnífico deporte al aire libre en agradable compañía, en un auténtico martirio psicológico para el propio escalador y los que lo rodean. Yo siempre me lo digo a mi mismo, “voy a hacerlo lo mejor que pueda, pero no me pagan por ello”
Por eso, no debemos tener miedo al fracaso, ni siquiera rechazo. Es algo que debemos asumir, asimilar y estudiar, para así poder sacar rédito positivo y mejorar para el futuro. En la montaña, el miedo al fracaso puede ser peligroso porque nos puede empujar a la temeridad. Cuando uno desea el éxito de su empresa por encima de cualquier cosa, es posible que cruce la delgada línea que separa el riesgo aceptable del riesgo inaceptable. A veces, empujados por ese afán de triunfo, podemos acabar intentando cosas para las que no estamos preparados, o que no están en condiciones de ser enfrentadas, y ésto nos puede empujar al mayor de los fracasos, el accidente. La única forma de fracaso a la que sí debemos temer.
Buena parte de la belleza del alpinismo está en el riesgo que conlleva y su compromiso. Con más razón debemos ser cautelosos con nuestras pretensiones de triunfo, ya que la montaña no siempre perdona los errores y los accidentes suelen ocurrir por no aceptar el fracaso, y continuar más allá de lo que para nosotros es admisible, lo cual no quiere decir que otros puedan hacerlo. Cada uno debe ser conocedor de sus límites y limitaciones.
Otra forma de fracaso, quizá la más temida por cualquier deportista, es la lesión. Eterna rival de entrenadores y deportistas tanto profesionales como amateur. Quizá por su carácter involuntario, supone uno de los impedimentos más difíciles de superar psicológicamente. Es algo que nunca se busca pero a veces se encuentra y pueden ser muchas las causas, salvo cuando se trata de algo traumático a causa de un accidente.
Superar con éxito una grave lesión requiere generalmente de un gran esfuerzo físico y psicológico, en el que el deportista debe saber dar lo mejor de sí mismo. Para ello no debe dejarse arrastrar por la impotencia o la incapacidad de saberse lesionado, sino que debe saber canalizar la motivación deportiva en pro de recuperarse y buscar un nuevo empuje interior para la superación de las nuevas dificultades.
Solo hay una cosa que hace que un sueño sea imposible; el miedo al fracaso
Paulo Coelho
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