El éxito es descender: historia de un ascenso exprés al Mont Blanc

“If you’re going to try, go all the way.

Otherwise, don’t even start.”

Charles Bukowski

 

A las 5:00 a. m. salimos del apartamento 88 del residencial Le Chateau, nos encontramos en el pueblo de Les Houches (1008 msnm) para comenzar nuestra aventura de ascenso exprés al Mont Blanc (4810 msnm). Tras 1.4 km de asfalto a un ritmo alegre, hacemos un giro a la derecha sobre la Route de Bellevarde, unas inclinadas rampas de asfalto que nos recuerdan que el día apenas comienza.

En esta aventura, he cambiado la soledad por la agradable compañía de dos buenos amigos: Álvaro Sumozas (20 años, esquiador de montaña de elite, físicamente el más fuerte de nuestra cordada) y Manuel Jiménez Frías (30 años, corredor versátil de montaña, alpinista instintivo que sabe sufrir y mi compañero de cordada en las sesiones de running-alpinismo). Compartimos la motivación por hacer un ascenso rápido y ligero, en los meses previos al viaje nos dedicamos a selección de material con el objetivo de dejar las mochilas en un peso límite de cuatro kilos (material obligatorio: chaqueta plumas/fibra, casco, piolet y crampones).  Seguiremos de forma disciplinada la premisa de Mark Twight “tienes que llegar hasta arriba o bajarte al primer signo de que algo, por pequeño que sea, vaya mal”.

Tras un ascenso de 50 minutos nos encontramos en Plateu de Bellevue, llegados a este punto decidimos subir por la vía del tren cremallera hasta Nid d’ Aigle (2372 msnm), sin detenernos a pensar si era legal o no transitar por la vía  comenzamos a recorrerla, siempre en ascenso. A nuestra derecha podemos ver el Glaciar de Bionnassay, sabemos que por esta ruta estamos ahorrando un par de kilómetros y algunos metros de desnivel.

Las previsiones meteorológicas han acertado y la mañana se presenta con cielos despejados y sin viento, subimos por una pedrera en dirección al refugio Tete Rousse (3167 msnm), a esta hora de la mañana el sol aún no se posa sobre la cara norte del Mont Blanc por lo que ascendemos a la sombra, es importante estar atento a las sensaciones del cuerpo, y en el momento en que se sienta frío hay que abrigarse. En los ascensos ligeros no es posible permitirse el lujo de descuidar los detalles, tener frío, sed o hambre, pone en riesgo el ascenso y nuestra seguridad. Antes de llegar al refugio, Manuel y yo nos colocamos los guantes para evitar enfriarnos. Ascendemos a un ritmo constante, conservando fuerzas para cuando estemos a mayor altura, la longitud de la ruta (alrededor de 40 km ida y vuelta) nos recuerda que cualquier exceso en el ritmo lo terminaremos pagando. Hacemos una primera parada en el refugio para ingerir un gel de carbohidratos y colocarnos los cascos, Manuel comienza a sentir frío, y dado que seguiremos subiendo en sombra, se coloca la chaqueta de plumas (solo 300 gr), tras unos minutos la sonrisa le vuelve al rostro.

Salimos deprisa hacia el Gran Couloir, hace dos meses me di la vuelta en este punto por lo peligroso que era hacer el cruce en solitario, en esta ocasión observamos que no hay caída de piedras, el corredor se encuentra aún con una capa de nieve, que a esa hora de la mañana se mantiene consistente. Cruzamos corriendo la zona del corredor y comenzamos a subir hacia el Dome du Gouter, un camino bien marcado, estrecho y que en su parte final se compone principalmente por trepadas por roca. En este punto del recorrido comenzamos a cruzarnos con los alpinistas que descienden, la exposición en algunos de los cruces es elevada. Nuestra vestimenta, que combina prendas de alpinismo, esquí de montaña y de correr, genera reacciones diversas, no podemos evitar sentir la mirada que los guías de montaña dirigen no hacia nuestros rostros; sino hacia nuestras zapatillas. Manuel, traductor de francés, comprende las frases que acompañan nuestros encuentros con los guías, este verano el tema de los ascensos en zapatillas ha desbordado a la zona de Chamonix.  En junio cuando comencé a planear mi intento en solitario, solo encontré la crónica de Lucas Boix, el cual a través de Miquel Ivars (compañero del equipo OS2O y probablemente máximo representante del alpinismo en Five Fingers) se ofreció a compartir información conmigo sobre la ruta. Tras un par de días por Chamonix, escuché a varios corredores hablar sobre intentos de ascenso en zapatillas al  Mont Blanc, siendo una montaña en dónde los cambios bruscos de las condiciones climatológicas se han cobrado la vida de muchos, la práctica del running-alpinismo es una actividad de riesgo, quizás el malestar de los guías se encuentre relacionado con este tema.

Llegamos al antiguo refugio del Gouter y observamos que a partir de aquí el sol nos acompañará en el ascenso, una pequeña parada para comer y colocarnos los crampones, en lugar de microspikes hemos traído crampones de alpinismo que se ajustan muy bien a las zapatillas, estos crampones con puntas frontales nos permitirán movernos con más seguridad. Continuamos hasta el nuevo refugio Gouter, la ligereza de nuestras mochilas nos obliga a parar a comprar agua embotellada, en cuestión de peso no hay comparación entre dos litros de agua o un billete de 20 euros (según los precios actuales equivalen a 6 litros), con apenas dos meses de apertura, las instalaciones del refugio sorprenden.  Para Westertep (2011), uno de los principales investigadores en nutrición y rendimiento en montaña, la deshidratación en alta montaña es frecuente, siendo además un factor limitante en el rendimiento físico de los alpinistas. Una vez repartida el agua nos ponemos en marcha, el día anterior ha habido condiciones buenas, sin embargo no nos cruzamos con muchas cordadas. Avanzamos de forma constante, un poco más lentos, comenzamos a sentir la altura, seguimos las huellas de decenas de alpinistas que nos han precedido este verano. En este punto rozamos la barrera de los 4000 metros, sin haber realizado un proceso de aclimatación previo, me mantengo atento a mis sensaciones, y también a las de mis compañeros. Al llegar al Bivoac Vallot (4362 msnm) tenemos frente a nosotros la arista de Les Bosses (las jorobas) uno de los sitios más expuestos del ascenso, la huella se estrecha mucho en algunas zonas y no hay protección contra el viento, el riesgo es elevado. El año pasado algunos de nosotros vivimos la perdida de buenos amigos en esa arista.  Tras unos metros nos cruzamos con la última cordada que desciende, por lo que tenemos la huella libre hasta la cima. En estos momentos cada uno avanza en silencio, Álvaro y yo nos relevamos al frente, Manuel con cada paso que da establece un nuevo récord personal de altura.

 

Comienzo a sentir dolor de cabeza, mi cuerpo está sintiendo los efectos de la altura, llevo el corazón a unas pulsaciones altas, me centro en respirar y avanzar; pese a no ir unidos por una cuerda, es en este punto del ascenso en que vamos tirando los unos de los otros.

En un estudio publicado en el Asian Journal of Sport Medicine (2012), investigadores de la Universidad de Teherán establecen que el dolor de cabeza en altura (por encima de los 4800 msnm) tiene una incidencia del 47-62%, este tipo de dolor a menudo es aislado; pero en ocasiones puede ser parte del conjunto de síntomas que comprenden el Mal Agudo de Montaña. El dolor de cabeza en altura ocurre por la reducción parcial de la presión de oxígeno, de esta forma el cerebro recibe menos oxígeno aumentando con ello el flujo de sangre que circula por el cerebro hasta en un 26%.  Dicho dolor tiene una localización específica, siendo principalmente en la zona frontal, esta localización precisa, permite distinguir el dolor de cabeza en altura de otras patologías con los mismos síntomas. Para estos investigadores los ascensos rápidos no ofrecen una protección contra el dolor de cabeza, esto lo comprobamos ya que al igual que yo, Manuel y Álvaro experimentaron las molestias. 

Mostrando una gran capacidad física, Álvaro lanza un sprint (de 10 metros) para llegar a la cima, Manuel le sigue, y yo me detengo a tomar una fotografía.  Tras 6 horas y 39 minutos desde que salimos del apartamento nos encontramos en la cima del Mont Blanc, hemos recorrido 18 km y alrededor de 3980 mD+, las condiciones son excelentes y disfrutamos de la vista durante unos minutos, tras hacer un par de fotografías nos ponemos en marcha para descender.

No hemos triunfado hasta no volver al apartamento” me repito esa frase, y en ocasiones la digo en voz alta, el dolor de cabeza, efecto de la altura, me acompañará a lo largo del descenso. En la arista avanzamos deprisa; pero atentos a la pisada, en la primera de las Bosses que hacemos de vuelta, siento que las piernas me pesan demasiado, me quedo unos metros atrás, el cambio de bajar a subir a esta altitud me golpea sin avisar, nos espera un largo descenso. Corriendo un poco alcanzo a mis compañeros y juntos nos dirigimos hacia el refugio Gouter.

Nos encontramos escasos de agua, nos gustaría llegar lo antes posible al refugio Tete Rousse y dejar atrás la caída de piedras lo antes posible. Sin embargo, decidimos parar en el Gouter a beber agua y reponer las reservas que estamos un poco vacíos. Las investigaciones en el campo de la nutrición y el rendimiento en montaña establecen que los alpinistas gastan en promedio entre 4500 y 6000 kcal por día de ascenso, para el profesor Aritz Urdampilleta (2012) el consumo de alimento en montaña debe estar basado en gran porcentaje en hidratos de carbono de absorción rápido, por ello hemos optado por geles y barritas. Sin embargo, un ascenso como el del Mont Blanc por la ruta Gouter también exige el uso de la musculatura del tren superior, siendo necesario el consumo de proteínas. Tras dos platos de pasta “Bolognesa” y 30 euros menos de peso, nos preparamos para continuar el descenso. Mientras disfrutamos de la comodidad del refugio, los cielos despejados dan paso a un mar de nubes, al salir vemos como en cuestión de minutos las condiciones han cambiado. La fatiga se hace presente, el terreno nos obliga a destrepar con los crampones puestos, nos cruzamos continuamente con alpinistas que suben a dormir al refugio. Este es uno de los tramos claves de nuestra aventura, por momentos Les Houches se encuentra a mucha distancia, y solo pensamos en seguir bajando. A falta de 400 metros para llegar al Gran Couloir decido quitarme los crampones, Manuel y Álvaro hacen lo propio y por momentos nos sentimos que avanzamos de forma más ágil sobre la roca. Al llegar a una zona de nieve, la cosa se complica ya que no tenemos tracción alguna, con una caída importante a nuestra izquierda, nos decidimos a seguir adelante y cruzar el Couloir lo antes posible, esos escasos 200 metros, probablemente fueron los más peligrosos de todo el ascenso. Por momentos se escucha la caída de piedras, así que el cruce de regreso lo hacemos de forma más organizada.

Álvaro se acerca el inicio del camino y nos mantenemos en silencio para escuchar posibles desprendimientos (las nubes nos impiden ver todo el Couloir) tras unos segundos cruza rápidamente y  una vez en zona segura se vuelve hacia mí para observar la posible caída de piedras. Llega mi turno de cruzar y realizo la misma dinámica, siento un gran alivio cuando dejo esa zona detrás. Es el turno de Manuel, le indicamos que puede cruzar, justo cuando llega a la zona protegida, el sonido de una roca cayendo rompe el silencio, la observo con detenimiento, ha estado cerca, estoy seguro que el pulso de Manuel se aceleró considerablemente. Al perder altura comenzamos a ganar velocidad, tomamos una ruta más larga hacia Nid d’ Aigle que nos permite bajar corriendo, llegados a la estación de tren decidimos volver por la vía. Tras dejar la alta montaña, comenzamos a charlar más. Los últimos kilómetros hasta Les Houches se hacen duros, vamos sin comida, sin agua, la fatiga es alta. Hemos ido ligeros en cuestión de alimentos, alrededor de 5 geles cada uno. La deshidratación puede causar alteraciones en la termorregulación muscular, principalmente en los descensos, para Westerterp, esto puede ocasionar riesgo de congelaciones en alturas superiores a los 4500 msnm. No hemos cumplido con la ratio recomendada de 1 litro de agua/hora. Tras una pequeña parada para comparar zumos de frutas, llegamos al apartamento del que habíamos partido 14 horas antes.

Para el autor Robert Macfarlane la cima de cualquier montaña no es más que un montón de rocas y nieve, es la interacción persona-montaña lo que da un significado al hecho de subir y bajar montañas. El Mont Blanc ha sido un protagonista histórico de esta interacción, que ha ido transformándose junto con los humanos que la contemplaban, lo que Geoff Wilson denomina proceso de desmitificación y humanización, que fue de la creencia en demonios que habitaban las altas cimas hasta el primer ascenso en 1786.

Ha sido un gran aventura, hemos disfrutado de la experiencia, la alegría, los riesgos, la fatiga, y la satisfacción de materializar una idea (gracias a las condiciones meteorológicas) que estuvo plagada de interrogantes, subir al Mont Blanc en estilo ligero suponía una mínima posibilidad de éxito, la longitud del recorrido y el desnivel (40 km 3980mD+) nos exigieron emplearnos a fondo, entre menos material mayor compromiso, el éxito de esta aventura ha sido descender sanos y salvos.

Referencias

Alizaden, R., Ziaee, V., Aghsaeifard, Z., Mehrabi, F., & Ahmadinejad, T. (2012). Characteristics of headache at altitude among trekkers; a comparison between acute mountain sickness and non-acute mountain sickness headache. Asian Journal of Sports Medicine, 3(2), 126-130.

Macfarlane,R. (2003). Mountains of the mind. Pantheon: New York.

Urdampilleta, A., & Martínez-Sanz, J. (2012). Riesgos médico-nutricionales y planificación dietética en el alpinismo. Motricidad. European Journal of Human Movement, 28, 35-66.

Westerterp, K.R. (2011). Energy and water balance at high altitude. News in Physiological Sicences, 16, 134-7.

Wilson, G. (2012). Climbers’ narratives of mountain spaces above 8000 meters: a social constructivist perspective. Area, 44(1), 29-36.

El material

Oswaldo:

-Mochila 20 litros, 500 gr

Sudadera Hoka OS2O, 360 gr

Camiseta Jurek OS2O, 180 gr

-Mallas forro polar, 260 gr

Guantes forro polar OS2O, 30 gr

-Reloj, 40 gr

Bastones, 540 gr (el par)

Calcetines, 80 gr (el par)

-Zapatillas, 720 gr (el par)

Headband OS2O, 20 gr

Mochila:

-Casco, 150 gr

-Pantalón cortavientos, 120 gr

-Manoplas cortavientos, 15 gr

-Chaqueta primaloft, 340 gr

-Chaqueta cortavientos-impermeable, 180 gr

-Piolet, 260 gr

-Crampones, 840 gr (el par)

-Gafas ventisca, 80 gr

-Cámara de fotos, 140 gr

 

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3 comentarios

  1. Hola! He leido la cronica mil y una veces porque me encanta como planteasteis la ascension. Enhorabuena por esos ligeros.
    No se si es posible que describiriais un poco mas el material usado, como q piolet cargasteis o si lo tuvisteis q usar.o el modelo de plumas o chaqueta de fibras que uso oswaldo. Son datos q nos interesaria a muchos.
    Gracias y un saludo

  2. El Kilian mejicano! 😉

    Un artículo lleno de aventura, ciencia y sensatez. Gracias por compatir con los mortales. Saludos.

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