Por Carlos Garrido, del OS2O Alpine Team
Es de todos conocido que el circo de Gavarnie representa el mejor escenario para la práctica de la escalada en hielo del sur de Europa. La “nevera”, como también se le conoce, es un paraíso de cascadas e itinerarios puramente glaciaristas en un entorno cuya belleza y magnitud acongoja, por más veces que se visite. La configuración del circo, un anfiteatro de más de mil metros de alto por quinientos de ancho en la parte más baja, con tres gradas bien diferenciadas hacen de la escalada todo un espectáculo para los sentidos. Si bien, cualquier itinerario por pequeño o sencillo que parezca, conlleva tener presente que se trata de una zona de alta montaña, con toneladas de hielo colgando por todas partes expuestas a todos los factores climatológicos, que cada año son más variables. Es un sitio al que no hay que perderle el respeto.
Pero Gavarnie esconde algo más aparte de sus seductoras líneas heladas.
Hace un par de años, con Edu González, hicimos una tentativa de escalar los tres muros, o lo que surgiera. La idea inicial era subir a la base del tercer muro, vivaquear y al día siguiente según estuvieran las fuerzas, intentar alguno de los duros itinerarios del tercer muro, o acercarnos a conocer unas remotas líneas de los picos de la cascada. Pues bien, tras escalar “Banzayus” en el primer muro, observamos bien formado “El Grand Diedre de Gauche”, a la izquierda de “Mitológico” y aprovechamos para atacar el segundo muro por allí, algo bastante excepcional. Tras algún que otro enredo fuera de lugar que nos hace perder más tiempo del deseado, decidimos vivaquear a la salida de la vía. Al día siguiente, tras una noche demasiado fresca en mi saco de verano, vemos que «Alöis» está un poco venida a menos al igual que nuestros cuerpos, así que con calma exploratoria ponemos rumbo con nuestro petate hacia los picos de la cascada. Tras hacer los flanqueos pertinentes por encima del sector del “Ático” nos plantamos bajo el espectacular murallón de los picos de la cascada, para confirmar que ninguna de sus efímeras y lejanas líneas está formada. En cambio, algo nos llama la atención a la izquierda, en las estibaciones de la arista Passet se dibuja una escueta y vertical “raya” de unos 120 metros, si nuestros ojos no nos engañan estamos ante una perfecta goulotte que pide a gritos ser escalada.
Es así como hicimos la que creemos es la primera repetición de la vía “Zuorma”, cuyos aperturistas encontraron totalmente seca y nosotros tuvimos el privilegio de escalar en magníficas condiciones la que sin duda es la Goulotte más bonita que hayamos hecho en el Pirineo. El precio, una larguísima “aproximación” que en sí es una actividad en mayúsculas. Esos días descubrimos que nuestro querido circo, en su inmensidad guarda muchos otros itinerarios más allá de los muros que los custodian.
Este año durante nuestra primera visita a Gavarnie, pudimos observar con detalle un gigantesco diedro que se encuentra por encima de la cascada de “Le Bug”. Este diedro alcanza la terminación de la arista de “Los Druidas”, donde se puede continuar desde la brecha “Passet” por la arista del mismo nombre hasta la cumbre del Pico Marboré. Es así como nace en la cabeza del artífice de todo esto, Edu González, la idea de encadenar ambas actividades.
Sin ir más lejos, un mes más tarde estábamos aproximando con todos los bártulos hacia la mencionada actividad. Esta vez nos acompaña un joven y talentoso escalador, Alejandro Bada, que quiere probar en sus carnes esto del alpinismo. Horas antes de partir descubrimos que aquella línea que teníamos fichada para alcanzar la brecha Passet, ya había sido escalada por el incombustible explorador Mikel Zabalza, el nombre de la misma, “Sobrinitos”, 400m IV/4°+, M5.
Tras escalar encordados los primeros resaltes de 65-70° a la izquierda de “Le Bug” nos encaramamos a la gran pala de nieve que precede al diedro de “Sobrinitos”. Hasta aquí ya hay una buena tirada, pero por suerte la nieve está en fantásticas condiciones y el ir abriendo huella no nos penaliza demasiado. Donde se empieza a encajonar el corredor, aparece un resalte en forma de cascada bien visible desde abajo. El resalte es una señora cascada que nos pone los antebrazos como maderos, se nota el peso de la mochila cuando toca subirse por hielo a 90°.
Un poco más arriba encontramos un resalte de mixto, bien tapado y sencillo de resolver. Una vez escaladas las mayores dificultades, el terreno suaviza y a seguir abriendo huella para arriba, una “alpinada” en toda regla!
Antes de ver el sol desaparecer tras el Casco de Marboré, alcanzamos la brecha Passet, donde decidimos establecer nuestro nido de águilas para pasar la noche. El vivac no pudo ser mejor, ni una brizna de viento y temperaturas agradables para la época. Todo un privilegio poder disfrutar una noche bajo las estrellas en semejante lugar.
El amanecer nos despierta de nuestro letargo rodeándonos de un espectáculo de luz y hermosura, no hay precio para estos momentos. Una hora después de abandonar el saco, Edu lidera la cordada hacia la arista Passet, que tenemos justo enfrente. Poco a poco se van sucediendo los largos por la arista, aérea pero no muy vertical. La roca podría ser mejor, pero qué le vamos a pedir a este pedazo de arista más que el ambiente y la belleza de escalada que nos regala.
El día pasa rápidamente, es un terreno sencillo pero laborioso, con tramos de ir atentos para no perder el recorrido y otros de perderlo y tener que recuperarlo. Finalmente, terminamos la arista y el sol calienta seriamente la nieve en las rampas de salida. Por suerte todavía no es demasiado insegura la progresión, por lo que aceleramos el ritmo y alcanzamos la peculiar plataforma cimera del Pico de Marboré a las tres y media de la tarde.
Sin entretenernos más que para echar un par de fotos y comer alguna barrita tiramos para abajo, toca deshacer los casi 2000 metros de desnivel que nos separan del pueblo de Gavarnie. El sol ha castigado las pendientes oeste de bajada y la cosa se pone tensa en un par de puntos, menos mal que el descomunal alud que arrasó parte del camino de acceso al circo ha descargado mucho estas laderas, sino otro gallo cantaría. Aun así tenemos que aplicarnos en buscar el recorrido más seguro y dar cada paso con precaución.
Como no podía ser de otra manera, la bajada se nos hace eterna. Finalmente terminamos destrepando por el recorrido que hizo el alud y emboscándonos entre pinos, ramas y bloques de nieve de todos los tamaños. Con una mojadura de espanto por los revolcones en nieve sopa llegamos al fin a la furgoneta. Cansados pero inmensamente contentos por la pedazo de actividad que el colosal entorno de Gavarnie nos ha ofrecido. Es un lujo poder hacer actividades tan completas como esta en un entorno no tan lejano; a veces volcamos nuestros objetivos más ambiciosos en los Alpes u otros macizos cuando tenemos en el Pirineo un sinfín de posibilidades, de todos los tamaños y todas las dificultades, “sólo” hay que encontrar el lugar, el momento y por supuesto la compañía!
Deja una respuesta