Por Carlos Garrido del Alpine Team de OS2O
Estamos viviendo un invierno un tanto peculiar en los Pirineos; hace frío pero apenas hay hielo, nieva mucho pero sopla fuerte el viento, pero sobre todo, hace «malo».
Así, aprovechando una jugosa «ventanita» a finales de Enero, decidimos tirarnos un par de días al monte a ver qué pasa y qué nos encontramos. Una vez más, toca poner en marcha el “Ice Connect” e intentar enterarse de que cosas puede haber por ahí susceptibles de ser escaladas con piolets, sin desgastar demasiado las hojas contra la roca. Las noticias no son buenas, nadie ha visto al supuesto “hielo” que dicen habita por aquí en invierno, así que tenemos que sacarnos del zurrón alguna de esas actividades que rozan lo absurdo y nunca parece que tengan su momento en nuestra agenda. En este caso es turno para la Travesía Integral de la arista de Tendeñera.
La sierra de Tendeñera se levanta desafiante por encima del Valle de Tena, en el margen de Panticosa, desde el Ibón de Sabocos hasta venirse abajo sobre el valle de Bujaruelo. Cerca de 6 kms de arista cabalgando los Picos de Peña Roya, Sabocos, Mallo las Peñas, Forato, Punta de la Ripera y Tendeñera. Se podría continuar hasta Otal pero ya nos parece un tanto descabellado. Con este “aperitivo” parece saciaremos nuestro apetito invernal de aventuras.
Apenas tenemos información de esta actividad. Sabemos que ha sido realizada en verano de forma completa por los hermanos Ravier, ¡quienes sino! Solo pirineistas de corazón y estilo se aventurarían a hacer algo así. Sabemos también que algunos de sus tramos se realizan en verano. Pero del invierno, no sabemos nada, solamente que es muy larga y que, sin ser difícil, tampoco es «pan comido». El planteamiento es sencillo, un poco de todo a la mochila, y por supuesto saco de dormir y esterilla, que por la noche refresca.
Un martes por la mañana iniciamos la marcha por las frecuentadas pistas de esquí de la estación de Panticosa, bien pertrechados por una mochila que sin duda no nos dejará pasar frío. Tras dejar atrás el entorno humanizado coronamos la primera cumbre a las 12:30, Peña Roya. Por delante ya vemos la belleza de arista que nos separa de Sabocos, larga a la par que sencilla y aérea. Poco a poco y con nuestros esquís sobre los hombros vamos recorriendo esos primeros metros de nuestra aventura. El sol ya castiga la ladera sur, y toca ir abriendo huella. Empezamos a tomar dimensión de todo lo que tenemos por delante. Pensábamos llegar el primer día cerca del Forato, pero rápido nos lo quitamos de la mente, esto es más grande de lo que parece.
Tras recorrer un bellísimo tramo de arista cimera, a las 15:30 pisamos la cumbre de Sabocos. Nuestros ojos no se apartan de lo que tenemos por delante, un importante tramo de arista rocosa, cortada por una brecha de no menos de 70 metros. Los dos pensamos lo mismo, primer escaqueo. Con estas mochilas y las botas de esquí no parece factible escalar el vertical muro que corta la brecha, que a simple vista se ve como poco de sexto grado, o incluso más. Sin darle más vueltas decidimos tirarnos con los esquís por la canal Este del Sabocos y rodear por el Sur las dificultades de la arista. Mientras subimos a la Colladica Refoya, que conecta de nuevo con nuestro itinerario, el sol nos castiga sin clemencia y parece habernos transportado de cabeza hasta el verano. Llegamos a la Colladica empapados en sudor, lo cual, sumado a la belleza y comodidad del enclave nos convence para improvisar un cómodo vivac, mientras secamos nuestras ropas al sol de la tarde.
Tenemos tiempo de sobra para evaluar lo que aún nos queda por delante. Tocará desayunarse una bonita chimenea con esquís a la chepa, para luego meterse en un caótico acantilado de gendarmes y torres de roca. Cada vez vemos el Forato más lejos, por no hablar de la supuesta… “Travesía Integral”.
Pasamos una gélida noche dentro de nuestros sacos, bajo un billón de estrellas que la luna oculta con su resplandor cegador; casi podríamos escalar de noche, si supiéramos a dónde vamos.
Por la mañana cuesta abandonar el reducto de calor, y sin quererlo, casi esperamos a que nos dé el sol. Nos desayunamos entre juramentos la maldita chimenea mixta, hermosa en otra ocasión en cual los esquís no nos nublen el sentido. Continuamos hasta la cumbre del Mallo las Peñas y sin detenernos siquiera afrontamos el que sabemos será el plato fuerte del día. Un caótico berenjenal de torreones, típica configuración de arista alpina que se supone es lo que veníamos buscando.
Tras más de dos horas trepando, destrepando, rapelando, y volviendo a trepar, apenas hemos avanzado. Nada de nada si lo comparamos con nuestras pretensiones. El sol vuelve a castigar la nieve que en poco rato ha pasado de dura a «sopa», así que visto que estamos “en el culo del mundo” y que el avance es penoso decidimos descabalgar de la arista y continuar la travesía por las laderas de la cara Sur hasta Tendeñera, ésta vez sobre los esquís. Bajar de la arista no es gratis, implica dos rápeles, un destrepe, y otro rápel más a todo lo que da la cuerda en simple, por lo que allí quedó.
La media ladera bajo la cara Sur de la Sierra de Tendeñera es un terreno salvaje, casi inexplorado, pero sobretodo expuesto. Esta cara recibe potente insolación durante los días despejados, transformando la nieve hasta que ésta se desprende de la roca provocando innumerables aludes y coladas sobre sus pendientes más suaves. Por suerte, nuestro día es suficientemente frío para que esto no pase.
Las horas se suceden y Tendeñera es un monte muy grande que se nos está atravesando. Una vez más tomamos dimensión de la magnitud de esta Sierra y su travesía. El sol nos castiga bajo nuestra mochila y las rampas de nieve parecen no tener fin. Tras conseguir atravesar una barrera de roca con técnicas más o menos discutibles nos plantamos bajo la pala final. Así, haciendo un último esfuerzo alcanzamos la soberbia arista cimera y saboreamos el momento. Por delante “tan solo” nos queda bajar deslizándonos por la variable capa de nieve bajo las murallas rocosas que defienden esta Sierra y regresar a Panticosa.
La esquiada no puede ser más penosa, mucho desnivel descendente pero en constante media ladera sobre nieve cambiante, predominando la costra. Al fin, hollamos la Paúl Baja, dominada por la imponente cara Norte de la Peña Forato. Se nos hace de noche y todavía tenemos que subir a la Collada del Verde, para bajar al Ibón de Sabocos y volver a subir hasta retomar las pistas de la estación de esquí. Descenso que disfrutamos como enanos sobre la nieve recién tratada a la luz de nuestros frontales, sabiéndonos a cada giro más cerca de la cerveza y el plato combinado de sobra merecidos.
Ya en casa, conscientes de nuestra inconsciencia a la hora de plantear la actividad, decidimos volver a darle un “pegue”, pero eso sí, acorde al objetivo: Sin esquís, rápido y ligero; y por supuesto en no menos de tres días.
Informándonos mejor acerca de esta arista, una auténtica joya del Pirineo, comparable en recorrido a la famosa “Integral de Peuterey”, nos enteramos de que ya ha sido escalada en invierno, además en solitario. Javier Olivar fue el autor de tal proeza a lo largo de 5 días, hace ya muchos años, antes de sucumbir bajo un alud bajando de la cima del K2, junto a otros dos compañeros de Peña Guara. Pirineistas de los que ya no quedan.
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