Por Javier Marín e Indra de Castro
Cuadrar la disponibilidad de nuestra cordada con la meteorología y las condiciones estaba siendo más difícil que nunca, cuando ambos estábamos cerca del Pirineo, las tormentas hacían de las suyas, y cuando brillaba el sol, nosotros no conseguíamos juntarnos. Estábamos ya a finales de abril, con la temporada cerca de acabarse, así que, si queríamos tener una oportunidad de cumplir nuestro objetivo antes de que llegaran temperaturas más altas, que acabaran por completo con las condiciones, teníamos que intentar aprovechar la pequeña ventana que teníamos ese fin de semana. El parte meteorológico para el sábado 29 de abril preveía tormentas en la zona de cumbre del Monte Perdido hacia las 15:00, por lo que trazamos nuestro plan con el objetivo de al menos haber salido de las dificultades antes de esta hora. Ir rápido, en esta ocasión como en otras tantas, no solo sería cuestión de disfrutar del reto, sino de seguridad.
El despertador sonaba a las 3:45 y, como un resorte, nos levantamos y eficientemente preparamos un completo desayuno, tras el cual, y con nuestro escaso material a la espalda, dejábamos la furgo a las 4:35. La noche estaba despejada y se veían bien las estrellas desde el fondo del valle, con el cielo recortado por la negra silueta del balcón de Pineta. El día despejado nos daba esperanzas con respecto a la duración de la ventana de buen tiempo antes de la tormenta y así, animados y convirtiéndonos en pequeños puntos de luz a ras de suelo, encendimos nuestros frontales e iniciamos la aproximación.
Llevábamos poco material, repartido en mochilas de 22 y 15 litros. De un intento años atrás, en el que una tormenta nos hizo darnos la vuelta, sabíamos que hasta el glaciar las dificultades podíamos pasarlas sin encordarnos, sólo quedaba la duda de si sería necesaria la cuerda en el segundo corredor, lo que, según habíamos leído, parecía depender de las condiciones. Con esto en mente, llevábamos entre nuestro equipo una cuerda de 20 m y 3 friends, que nos permitirían protegernos en caso de que la sección superior lo requiriese. El resto, el material básico de alpinismo: piolets, crampones, arnés y casco; algo de agua y barritas, y la chaqueta de relleno de fibra sintética Thunder Insulation Jacket al fondo de la mochila, como elemento de seguridad. La estrategia elegida, para movernos más rápido en terreno sin nieve, era calzarnos zapatillas de correr y fijar las botas a las mochilas, para solo usarlas donde fuera necesario. En total, subíamos con mochilas de entre 7 y 9 kilos de peso. En cuanto a la ropa, las temperaturas más altas de la primavera nos permitirían ir más ligeros que en invierno, pantalones Meteor Stormfleece Pro® y camiseta térmica Warmfit Merino 100, acompañados solo de la chaqueta EVO Strechshell para protegernos del viento y, en su caso, de la precipitación.
Pasaban pocos minutos de las 6 de la mañana, aún en la oscuridad, cuando alcanzamos el embudo, bien cargado de nieve, y unos 1000 m de desnivel nos separan ya del valle. Paramos un momento a cambiarnos las zapatillas por las botas y buscamos una piedra tras la que dejar abandonadas las primeras. Probamos el estado de la nieve y decidimos seguir sin crampones, buscando siempre la combinación que nos permitiera movernos más cómodos y ágiles. Comenzamos así a ascender la pala de nieve aún a la luz de nuestros frontales, tratando de mantener el ritmo que llevábamos hasta el momento. En relativamente poco tiempo alcanzamos el balcón de Pineta, y desde el mismo, tratando de trazar el camino más directo, pero evitando perder altitud, llegamos a pie de vía en unas 2 horas y media de aproximación.
El trazado de la clásica Norte al Perdido es relativamente evidente. Si nos aproximamos a la base de la montaña por su lado izquierdo, encontramos un cono de nieve que, bajo el glaciar, nos conduce a un encajonado y ancho corredor a unos 45º. Éste, tras su sencilla escalada, nos deposita sobre el pequeño glaciar, vestigio de otros tiempos, que deberemos cruzar ascendiendo con tendencia a la derecha, para pasar bajo un farallón de roca que tras rodearlo nos conduce con pendientes cada vez más acusadas hacia el segundo corredor. El segundo corredor es algo más encajonado que el primero y presenta 2 estrechamientos, los cuales, según que condiciones pueden requerir de pasos sencillos (grado III) en roca.
Tras buscar un lugar al pie de vía donde equiparnos para la escalada fuera de la trayectoria de posibles regalos del glaciar, con una rápida transición, nos colocamos los crampones y, piolets en mano, entramos en el primer corredor. Las condiciones de la nieve eran bastante decentes, con una nieve cuya consistencia nos permitía clavar hasta pasado el segundo par de puntas, con algún tramo algo más blando, pero cómodo en general. Con estas condiciones superamos este corredor en unos 25 minutos, llegando al glaciar, cubierto con una nieve en condiciones muy distintas. La nieve blanda, húmeda y heterogénea que encontramos en el glaciar, con tramos en los que nos hundíamos hasta las rodillas, combinados con algún corto tramo en los que mordían los crampones, rebajó nuestro ritmo y nos hizo invertir una hora completa en alcanzar el segundo corredor. Al menos, nos recibió en perfectas condiciones, compensando las penurias que nos había hecho pasar el glaciar.
Atacamos este último tramo técnico, de algo más de 100 metros, traccionando de nuestros piolets y sobre las puntas delanteras de los crampones. Aquí la nieve estaba dura y escaseaba en algunos tramos, obligándonos a escalar con algo más de cuidado. Llegados al estrecho paso aproximadamente al final del corredor, donde la nieve escaseaba y dejaba al descubierto la roca, cada uno de nosotros, aún desencordados, decidimos proseguir por aquel trazado que nos pareció más fácil. Yo ataque el espolón de roca de la izquierda, mientras que Indra continuó recto por el fino reguero de nieve encajado entre las rocas, lo que nos condujo a ambos al tramo final del corredor, que poco a poco fue convirtiéndose en una pala de nieve que nos llevó cómodamente a la cumbre, que alcanzábamos cuando el crono marcaba 5:15 horas desde el inicio de la actividad.
El viento soplaba en cumbre, lo que nos obligó a ponernos la chaqueta sobre la camiseta térmica, que ya no nos quitaríamos hasta encontrarnos de nuevo en la vertiente norte, una vez pasado el cuello del cilindro. Tanto el desagradable viento de cumbre, como nuestra costumbre de no parar más de lo necesario nos lanzaron hacia la escupidera sin saber muy bien las condiciones que encontraríamos en el descenso. El primer y expuesto tramo de la escupidera nos recibió con una nieve relativamente dura que nos permitió descender ágilmente y sin demasiada sensación de peligro; aun así nos mantuvimos alerta, no fuéramos a hacer honor al expresivo nombre que dan a este tramo. Cuanto más descendíamos, más blanda encontramos la nieve, y pasado el tramo expuesto, comenzamos a hundirnos en nieve blanda, hasta que alcanzamos el lago helado que nos dio entrada al cuello del cilindro, para acceder al cual, tuvimos que realizar unos pasos en roca, por la que corría agua, ya que la nieve no cubría la totalidad de la ruta debido a lo avanzado de la primavera. Desde aquí continuamos el descenso por la vertiente norte, tratando de mantener un ritmo decente mientras nos hundíamos en una nieve húmeda que conseguía calarnos. El descenso en esas condiciones se hizo incómodo y pesado, pero el reloj aún no marcaba las 11 de la mañana y ya nos encontrábamos descendiendo en terreno relativamente sencillo y el sol aún brillaba entre escasas nubes, por lo que habíamos evitado la tormenta con éxito.
A pesar de lo que nos retrasó el estado de la nieve, en algo menos de 2 horas desde que hiciéramos cumbre nos encontrábamos de nuevo en el Balcón de Pineta deshaciendo el trazado que habíamos recorrido pocas horas antes. A partir de este punto, comenzamos a encontrar multitud de cordadas que subían con intención de realizar la ruta al día siguiente, en el estilo clásico con el que se suele realizar: subir a dormir al refugio Tucarroya o a vivaquear en el balcón, lo que implica llevar pesadas mochilas con material para dormir y víveres, con pesos que fácilmente doblan el que nosotros llevábamos a la espalda ese día, lo que obliga a realizar la ascensión a un ritmo mucho más calmado. Tras indicarles a varias de estas cordadas las condiciones en las que habíamos encontrado la vía y el descenso, continuamos hacia el fondo del valle, alcanzándolo en algo menos de 10 horas desde nuestra partida. Dónde preparamos algo de comer y comentamos la jornada, mientras veíamos llegar la tormenta que habíamos evitado.
10 horas, un tiempo excelente ¡Y antes de terminar de comer ya queríamos bajarlo! No habíamos batido ningún récord, si es que hay alguno en ese trazado, pero desde luego nos habíamos marcado una referencia para nosotros mismos. En primer lugar, habíamos despejado la duda sobre la posibilidad de escalar la ruta completamente en solitario. Lo que nos habría ahorrado incluso algo más de peso; en segundo, unas mejores condiciones en el glaciar y en el descenso nos habrían ahorrado también algo de tiempo; y por último, conocer la ruta y mejorar nuestras condiciones físicas siempre es algo que puede mejorarse. La pregunta es entonces ¿Qué tiempo es factible marcar en está clásica escalada del Pirineo? ¿Será posible bajar de las 8 horas? ¿Quizá de las 7? Las actividades como esta, en las que nos demostramos a nosotros mismos no sólo de lo que somos capaces, sino las posibilidades que ofrece la montaña para retarnos, me motivan especialmente, y la posibilidad de encontrar un desafío personal como escalar la Norte del Perdido en solitario, en el menor tiempo que me sea posible, si ya era una idea que rondaba mi cabeza desde hace años, después de completar la ruta y valorar sus posibilidades, creo que ha vuelto para quedarse con mucha fuerza. Veremos qué nos deparan las siguientes temporadas…
Manuel
Son formas de hacer las cosas.. hoy en día se lleva esto, correr y batir récords de reloj.. pero personalmente no cambio para nada una noche en la montaña, y tampoco el ir más tranquilo sin el estrés de saber que no llevas equipo para vivac y puedes quedarte en el sitio congelado si algo se torciera…
Adrian
8h 27′ invertí yo en solitario el día 30-4-2023, gran actividad
Adrian
8 h 27′ invertí el yo el día 30 de abril del 2023, grandiosidad acticidad