Por Arkaitz Galindez del OS2O Trail Team
Casi sin tiempo para recuperarnos de la temporada 2018, volvíamos a estar en la línea de salida de una carrera con la cual daríamos el pistoletazo de salida a la temporada 2019. Esta vez, me tocaba correr en casa: Ultra Bilbao – Gasteiz (108 km, D+ 6000m). Una prueba que ya la había corrido en 2017 y que me traía muy buenos recuerdos para empezar la temporada.
Temporada nueva, ilusiones renovadas… pero las mismas mariposas en el estómago. Volver a juntarte con viejos compañeros de batalla y pasar horas y horas en el monte. Con todos estos alicientes, solo faltaba el pistoletazo de salida para salir a «disfrutar», teniendo en cuenta todo lo que conlleva una prueba «monstruo» de estas características. En el retrovisor, tres meses de dura preparación con largos e intensos entrenos. Las sensaciones eran positivas. En mi cabeza, el objetivo de empezar con un buen puesto que me diese la moral necesaria para continuar afrontando una temporada 2019 repleta de retos.
22 de febrero. Se acercaban las doce de la noche, momento en el cual se daría la salida para recorrer los casi 110km y 6000 metros de desnivel positivo que separaban la línea de salida y la línea de meta. Por delante, un recorrido que con muchos atractivos. Entre ellos, salir desde el propio centro de Bilbao para llegar hasta la capital alavesa, Gasteiz, habiendo coronado durante el camino algunas cimas como el Ganekogorta, el Gorbeia o el Zaldiaran, entre otras.
Tres, dos, uno…. PUM!! puestos en faena, salíamos tranquilos disfrutando de las calles de Bilbao para en apenas 10 minutos abandonar la civilización y empezar a subir las primeras cuestas de la carrera. Desde el primer momento intento situarme en los puestos de privilegio. Sin embargo, soy consciente de que no debo obsesionarme con el ritmo en los primeros Km. Este tipo de pruebas son muy largas y hay que saber gestionarlas para cometer los mínimos errores posibles; no solo hablo del ritmo. Hidratación, alimentación, gestión de la ropa, termorregulación. Un sinfín de factores.
Pronto, muy pronto, coronamos la primera cima importante: el Ganekogorta de 998m. 1h30 aproximadamente. El ritmo es alto y rápido observo que va a ser una ultra de mucho contraste en cuanto a temperatura se refiere. La inversión térmica es más que notable. En las partes altas de la carrera disfrutamos de temperaturas agradables para estar en pleno invierno. Sin embargo, en los valles y puntos mas bajos, el termómetro no supera los 0º grados. Pese a esos cambios bruscos de temperatura, también hay que decir que la noche y el día que tuvimos para correr fueron espectaculares.
La carrera va avanzando y mis sensaciones son muy buenas. Voy cómodo y a mi parecer, estoy gestionando bien la estrategia de carrera. Sobre las 3:45 de la mañana dejamos atrás el segundo avituallamiento situado en Orozko. Comienza el tramo más duro en cuanto a desnivel se refiere. Desde ese punto, nos adentramos en el parque natural del Gorbea con el objetivo de coronar su cumbre, en torno al kilómetro 53. Saliendo del avituallamiento de Orozko, y casi desde el inicio, seguimos yendo tres corredores juntos. Roberto, al cual conozco bien de pruebas anteriores y que a la postre quedaría sexto al final; y Ángel, en esos momentos, un desconocido para mi pero que acabaría siendo el ganador de la prueba. Por delante, solo tenemos a Jon Erdaide, quien lidero la prueba hasta la base de vida de Murgia (Km 64). Por lo tanto, mal, no estábamos colocados.
La subida hasta la cruz del Gorbea se hace, como esperaba, muy larga. Me concentro en saber coger un ritmo constante porque una vez coronada la cima y bajado a Murgia, comenzaría la verdadera carrera. En este punto, el grupo de tres se va deshaciendo. Roberto se va quedando, mientras que Ángel tiene otro punto el cual decido no seguir.
5:45 de la mañana. Ya en solitario, aunque no con mucho margen, corono el Gorbea en tercera posición. La noche y los altos lúmenes de los frontales dan muchas pistas de la distancia que mantenemos unos corredores con otros. Bajando del Gorbea tengo algún que otro problema y «beso el suelo» un par de veces gracias al hielo negro que quedaba en los neveros. No pasa a mayores y puedo seguir sin consecuencias.
A falta de un par de kilómetros para llegar a la base de vida de Murgia empieza a amanecer y se agradece. Con la tenue luz del sol me doy cuenta de que los corredores que van detrás de mi cada vez están más cerca. De hecho, uno de ellos, Ibon, con el cual tengo muy buena relación, me pasa al parar para “evacuar liquido”. No obstante, sigo tranquilo y a lo mío, con ganas de llegar a la base de vida, guardar frontal, cambiarme de ropa y comer algo de pasta para lo que para mi iba a ser el punto de inicio donde se empezaría a disputar la carrera. Esto lo tenía muy claro.
Hago las cosas sobre lo planificado. Como un plato de arroz, me cambio de calcetines, sustituyo la térmica Warmfit Merino por la camiseta Ultra lite pero sigo con el chaleco Saiko Vest. Aunque salgo en cuarta posición, no tardo mucho tiempo en colocarme tercero.
Mi cabeza en el momento de abandonar Murgia, se pone en modo competición. La experiencia, me ha enseñado que forzar la máquina desde el inicio, a mi personalmente, me pasa factura tanto física como psicológicamente. Hasta ese momento, había intentado poner un ritmo cómodo y constante pero guardando un punto para lo que iba a ser la segunda parte de carrera -mucho más «corrible» por cierto-, en la cual se podían abrir más diferencias entre corredores.
Poco antes de llegar al avituallamiento de Hueto (km 75 aproximadamente), paso a Jon, quien a pesar de haber estado liderando la prueba durante gran parte de ella, las fuerzas le juegan una mala pasada. Le pregunto ¿qué tal? y me dice que tranquilo, que no va bien y que solo quiere terminar, así que paso a ponerme como segundo clasificado. El avituallamiento de Hueto procuro hacerlo rápido. Cargo bidones (el sol empieza a calentar y todavía queda carrera como para echar por la borda lo bien hecho hasta ahora) y como algo pero sin perder tiempo ya que Ibon me pisa los talones. De hecho, al salir del avituallamiento veo como llega, por lo que calculo que no habrá mas de 1’30” entre nosotros.
Aunque las fuerzas comienzan a escasear, me animo y me obligó a correr. En esta zona, de ir a trote a no hacerlo hay mucha diferencia, y no puedo permitirme ese lujo. Terco, sigo a lo mío, como, bebo y me sigo animando. La zona de los eólicos en la sierra de Badaia se hace larga. Giro la cabeza y no veo a Ibon. Estoy abriendo hueco y eso me da moral. De Ángel, el líder, no me preocupo. Las referencias que tengo lo sitúan a 10-15 minutos de mi posición. O tiene problemas serios o acabará ganando la carrera por lo que prefiero centrarme en defender mi segundo puesto y continuar abriendo hueco con los perseguidores.
Con esta mentalidad, llego a Langraitz, km 90, último avituallamiento. Lo hago potente y salgo de él sin ver a Ibon, lo cual quiere decir que he abierto distancia, ya que en el anterior cuando yo salía él llegaba. En este punto, me mentalizo de que siguiendo a este ritmo no me coge y que es el último esfuerzo para lograr un segundo puesto que me va a saber a gloria.
Sufriendo un poco por la zona de Zaldiaran, llego a la cima y me dispongo a realizar la última bajada para llegar a la meta situada en Gasteiz. Aprieto apurando las pocas fuerzas que me quedan ya que he perdido las referencias respecto al tercero y no quiero sustos. Bajo rápido y eso hace que al final aumente la distancia en unos cuatro minutos.
Tranquilo, ya veo en el horizonte la ansiada meta. Ahí, junto a unos amigos, me están esperando mis dos mayores motivaciones y apoyos (Saioa e Iraia). Me emociono y de la mano de mi hija, que está más orgullosa que yo, cruzo la meta en segunda posición con una sonrisa que no me cabe en la cara.
La temporada 2019, empieza muy pero que muy bien para mi. Vamos por el buen camino. Por delante, una temporada intensa para seguir disfrutando de este maravilloso deporte en el que se respira un compañerismo y un ambiente, que sin lugar a dudas, lo tiñe de especial.
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