Por Carlos Garrido del OS2O Alpine Team
La Cordillera Blanca es uno de esos sitios que está siempre presente en la mente de cualquier alpinista. Lugar de peregrinaje en viajes veraniegos para los amantes de la alta montaña que no se conforman con ver derretirse las nieves de las cordilleras europeas y sueñan con estirar un poco más el invierno. Pese a estar relativamente domesticada nunca ha dejado de ser una referencia en actividades punteras de los alpinistas más fuertes de todo el mundo.
Sus puntos fuertes; bellísimas montañas de más de 6000 metros en un entorno idílico, cómodo y con infinidad de posibilidades. Además de una meteorología generalmente benévola a partir del mes de Junio, cuando finaliza la estación de lluvias y comienza el invierno conocido como la época seca.
Había oído a amigos hablar de sus bondades y visto mil y una imágenes de esos gigantes de azúcar, coronados por temibles hongos y caprichosas estructuras que inspirarían al mismísimo Gaudí. Sombrías caras Sur, exóticas y acanaladas por el incesante deslizamiento de las nieves. Orientaciones para todos los gustos y todos los momentos. Interminables “pente raide” para los amantes de las tablas y la adrenalina. Sencillas cumbres no carentes de belleza e inexpugnables torreones que hacen temblar hasta los más fuertes. Todo ello a un paso de la ciudad de Huaraz, donde nos aguardan todo tipo de servicios y extrema comodidad en el lujo de las terrazas, acompañados de buena cerveza y una pizza o cualquier cosa que apetezca al visitante.
Con estos ingredientes resulta imprescindible ir, y por supuesto repetir. Así que este año se han alineado los astros y por fin puedo coincidir con Coru, un colega de infancia con el que compartimos nuestro particular crecimiento y evolución en torno a las montañas y la escalada. Incansable expedicionario y aventurero donde los haya, había llegado el momento por fin de compartir también un viaje a tierras lejanas donde dar rienda suelta a nuestra pasión por subir a lo más alto. Él ya había estado anteriormente en la Blanca, durante un infructuoso viaje de esquí en el que pudo apreciar el potencial y la riqueza de la zona, por lo que no tenía ningún tipo de problema en repetir destino. Con el aliciente de que este año la temporada de lluvias ha sido especialmente benévola con las laderas nevadas de la Cordillera y se prevén buenas condiciones. Con la certeza de que es un buen año de nieve, decidimos llevar los esquís y así aumentar nuestras posibilidades de éxito y disfrute.
Tras un par de semanas de matizar preparativos y demás logística ponemos rumbo a la caótica y bulliciosa ciudad de Lima, en la que aterrizamos con el inevitable agotamiento que generan 12 horas dentro de una lata voladora con medio metro cuadrado de burbuja personal. Las primeras horas en Lima recorriendo en taxi barrios pobres y miseria por las esquinas, contrastan ampliamente con el lujo de nuestras butacas de respaldo inclinable 160° del autobús de línea que nos conduce a Huaraz, primer y último destino de nuestra breve excursión peruana. Nada más llegar a la Casa de Zarela, imprescindible alojamiento para alpinistas que visitan la Cordillera, somos recibidos con unos huevos fritos que nos alegran el espíritu y despejan el cansancio acumulado. Por lo que sin perder tiempo decidimos juntarnos a Rubén y Ana, unos amigos de Zaragoza que nos llevan un día de ventaja, y acompañarlos hasta la Laguna Churup. Perfecta opción para ir aclimatando a la altura y dar un bonito paseo de bienvenida a estas montañas.
Tenemos escasas tres semanas por delante, así que aprovechar el tiempo es nuestra única opción. Al día siguiente de llegar a Huaraz subimos hasta la Laguna Llaca para ir completando la aclimatación, allí dormimos en la tienda a unos 4300m para al día siguiente seguir subiendo hasta el campo morrena del Vallunaraju, nuestro primer objetivo de cumbre. Hablando con un italiano alojado en Casa Zarela, nos recomendó esta montaña para abrir boca, además de comentarnos que la esquiada merece la pena. Con esa jugosa información no nos pensamos dos veces subir los esquís, por lo que la aproximación al campo morrena iba acompañada de una generosa mochila. Sin duda, el entrenamiento que llevamos del invierno se nota, por lo que los síntomas de la altura se mitigan con buena forma física y llegamos al campo morrena a 5000m en mucho menos tiempo del esperado. De esta manera tenemos toda la tarde para descansar y babear con las impresionantes vistas del circo Suroeste de Ranrapalca y Ocshapalca.
A las dos de la mañana del día siguiente suena la melodía que nos levanta del saco tras un breve e improductivo sueño. Una hora y pico más tarde estamos encarando las pendientes iniciales del glaciar, todavía con los esquís a cuestas. Poco a poco la pendiente suaviza permitiendo foquear un rato antes de introducirnos en la barrera de seracs que precede al collado cimero. Aprovechamos las paradas para quitar esquís y poner crampones para recuperar el aliento y comer algo. Justo en el collado comienza a amanecer y el espectáculo no puede ser más hermoso. Mi primer amanecer en la Blanca me deja sin palabras, el frío se clava en la piel pero la belleza y grandiosidad del entorno transforma cualquier sensación física en algo imperceptible. Sin dar tiempo a que el frío se apodere de nuestros cuerpos subimos rápidamente a la cima a 5680m, la cual coronamos tras tres horas y cuarto de ascenso. Vamos como tiros y eso nos llena de orgullo. Es mi primera montaña de 5000 metros y las sensaciones no pueden ser mejores, la alegría nos invade el cuerpo.
El sol apenas calienta pero decidimos no esperar a que lo haga y tiramos para abajo a recoger los esquís, que esperan pacientemente en el collado para deslizarse por las laderas del Vallunaraju. Un par de giros un poco extremos entre seracs y encaramos las suaves pendientes cubiertas de una efímera capa de polvo sobre nieve dura que hace que disfrutemos como enanos de la bajada, 600 metros que nos saben a gloria y nos confirman que ha sido un acierto traerse los esquís.
Ese mismo día volvemos a Huaraz a descansar y preparar la siguiente, estamos motivadísimos y queremos aprovechar el tirón y los días que tenemos por delante. Es todo un lujo para los sentidos pasear por Huaraz, conocer el mercado, tomarse una cervecita en el Café Andino o cenar una pizza en la Plaza Ginebra son momentos que no hay que desaprovechar, desde la comodidad y exquisita hospitalidad de la Casa Zarela. La gastronomía peruana es algo que no hay que perderse, pese a que la oferta gastronómica puede ser todo lo europea que queramos, degustar la cocina local es una sinfonía de contrastes para cualquier paladar.
El tiempo se pasa volando en Huaraz mientras preparamos todo para la próxima excursión. El objetivo la Quebrada Ishinca, una gran clásica que no defrauda, con montañas accesibles como el Urus o el Ishinca y otras más peleonas como Tocllaraju y Ranrapalca. En estas dos últimas son en las que centramos nuestras expectativas. El mismo italiano que nos recomendó Vallunaraju, nos recomienda también los esquís para el Tocllaraju e incluso nos habla de nieve polvo fresca y esquiable hasta bien abajo.
Con la motivación por las nubes porteamos nuestros esquís quebrada arriba mientras los burros hacen lo propio con los petates. En cuatro o cinco horas llegamos al Refugio de Ishinca, el cual aprovechamos para evitar las incomodidades de la tienda. Allí nos recibe Andrea, refugiero Italiano y excelente anfitrión que tiene el refugio impecable y ofrece información y ricos alimentos a partes iguales. Al día siguiente volvemos a cargarnos el mochilón hasta el campo morrena, a 5000m. Unos 700 metros de desnivel que hacemos en poco más de dos horas. El cuerpo aguanta. La estrategia la misma que en el Valluna, madrugar, ver amanecer en torno a la cumbre y bajar antes de que el sol castigue demasiado.
Otro madrugón y para arriba, la noche es perfecta y podemos foquear buena parte del recorrido, con las inevitables transiciones esquí-crampones para sortear seracs y pendientes heladas. Alcanzamos la base del cono cimero justo al amanecer, se repite el espectáculo pero esta vez estamos más concentrados en superar el cono, donde nos encordamos y protegemos un par de pasos con estacas antes de pisar la cumbre a 6032m. Mi primer seis mil escasos días después del primer cinco mil. Vaya semanita de records que llevo! El Ranrapalca nos vigila y seduce con su cara Norte desde la lejanía, nuestro próximo objetivo. Ese mismo día bajamos a descansar al refugio, no sin antes machacar las rodillas con el mochilón a la espalda.
Descansamos un día en la comodidad del refugio y nos volvemos a poner en movimiento, esta vez hacia la laguna Ishinca, donde nos aguarda un pequeño refugio que nos dará cobijo unas horas antes de atacar la cara Norte del Ranrapalca. La estrategia la misma que las anteriores, un buen madrugón y a escalar con los esquís a la espalda. A las 12 de la noche abandonamos el pequeño refugio de la laguna Ishinca y recorremos la morrena que nos lleva a la base del espolón que divide la cara N. Aproximamos rápidamente a la luz de la luna y a las 2 de la madrugada iniciamos las primeras pendientes de 45-50° que nos llevan al tramo de mixto que concentra las dificultades de la ruta. Tras dos largos de cuerda buscando las debilidades de la roca en mitad de la noche conseguimos superar esta barrera rocosa. Por delante nos quedan más de 500m de gemelada a 50-70° que con las botas de esquí se hace más llevadera. Nos amanece bajo la última barrera rocosa, que superamos al segundo intento por culpa de la inconsistencia de la nieve en este tramo vertical.
Cuando conseguimos salir al plató cimero a 6000 metros de altura vemos que para alcanzar la cima tendremos una hora aproximadamente de pateo y unos 100 metros de desnivel. Visto que estamos cansados y que lleva casi dos horas dando el sol de pleno a la línea de bajada por la cara NE, decidimos renunciar a la cima y comenzar la bajada antes que sea demasiado tarde. Vaya si acertamos en la decisión, tras tres rápeles vemos que la cosa se pone fea, la nieve está totalmente hueca y podrida al sol y empiezan a caer cosas, así que para ir más rápidos nos calzamos los esquís y nos deslizamos derrapando por los últimos 150 metros de rampa a 40-45° de inclinación. Jurando y deseando salir de allí cuanto antes saltamos la rimaya y alcanzamos la relativa seguridad del glaciar. Esquiamos entre seracs y disfrutamos de los últimos giros en un entorno cada vez más seguro y en mejores condiciones hasta terminar nuevamente en la morrena sobre la laguna Ishinca. Ese mismo día descendemos hasta el Refugio Ishinca y al día siguiente regresamos al confortable Huaraz.
Nuestra incursión por la Quebrada Ishinca nos ha dejado suaves para unos días, los que aprovechamos para descansar y hacer un poco de turismo por Chavín de Huantar, unas ruinas preincaicas consideradas Patrimonio de la Humanidad. Estando prácticamente recuperados físicamente me ataca un virus estomacal que me deja un día fuera de juego, retrasando nuestra última baza por estas tierras. Finalmente recupero la compostura y decidimos aprovechar nuestros últimos días intentando la cara Norte del Artesonraju desde la Quebrada Santa Cruz. Una esbelta y llamativa montaña que todos conocemos gracias al logo de la Paramount.
El campamento base del Artesonraju requiere dos días de aproximación por la interminable Quebrada Santa Cruz. Decidimos apurar y hacerlo en un largo día, ya que no nos sobra tiempo. Cuando despertamos en las tiendas del campo base para aproximar al campo morrena el día amanece especialmente gris y turbio. Con un ojo en el cielo recorremos con los mochilones los mil metros de desnivel que nos separan del campo morrena, bajo la Norte del Artesonraju. Un camino poco definido y que obliga a buscarse la vida entre la vegetación. Montamos el campamento frente al precioso e indomable Taulliraju y pasamos la tarde observando como las nubes ocultan cada vez con mayor insistencia nuestro objetivo. Por la noche suena de nuevo el despertador a horas intempestivas y cuando asomamos la cabeza de la tienda el panorama no pinta nada bien, está totalmente cerrado y la niebla impide ver más allá de dos metros, a lo cual hay que sumar la absoluta oscuridad. Valoramos y decidimos no jugárnosla a terminar perdidos entre el caos de la morrena para llegar a una nieve totalmente podrida por la niebla y la ausencia de rehielo nocturno, además, las tripas de Coru no pasan por su mejor momento.
Otra decisión acertada, al amanecer comienza a nevar copiosamente por lo que recogemos nuestro último campamento para regresar a tiempo a Huaraz bajo la insistente lluvia y poder disfrutar un par de días por allí y por Lima antes de coger el avión de regreso a casa. Era nuestra última oportunidad de hacer otra gran montaña y nos quedamos con la miel en los labios. Otra vez será, la Cordillera Blanca seguirá ahí recibiéndonos con la hospitalidad de sus gentes y nosotros estaremos encantados de repetir la experiencia y poder subirnos por alguna de sus llamativas paredes heladas.
Jaime
Este verano estuve escalando
la pared Norte del Ranrapalca y me gustó muchísimo, en verdad muy larga pero no me imagino a ustedes haber llevado sus skis hasta la ante cumbre.
En verdad felicitaciones por eso.
Saludos y éxitos.
Jaime
Carlos
Gracias Jaime! La verdad que el extra de peso se nota y la bajada no merece mucho la pena para esquiar, pero escalar esas rampas de la cara Norte es mucho más cómodo con las botas de esquí, te ahorras un buen dolor de gemelos!!