Por Arkaitz Galindez del OS2O Trail Team

Allá por el mes de febrero, después de un segundo puesto en la ultra trail Bilbao-Gasteizel, el año 2019 se prometía esperanzador, pero nada más lejos de la realidad. Unos problemas físicos y personales provocaron que tanto en marzo como en abril no pudiera entrenar como me hubiese gustado, y de ahí que, en ciertas carreras, ya no es que no pudiese dar el nivel, sino que estos problemas me condujeron a la retirada en un par de pruebas.

Dispuesto a darle la vuelta a esta situación, conseguí hacer encadenar buenos entrenamientos durante mayo y junio con la vista puesta en llegar lo mejor posible a Ehunmilak, para mi la Zegama de las ultras (1600 voluntarios por 1300 inscritos, ahí es nada). La Ehunmilak recorre prácticamente casi toda Guipúzcoa con sus 168km y 11000m de desnivel positivo ¡Casi nada!

Con ganas de quitarme la espina del año pasado, me planté en Beasain. En la edición 2018, la que la carrera tuvo que ser neutralizada en el km 53 –Azpeitia- debido a una tormenta eléctricaEl trabajo que había realizado durante los dos meses anteriores había sido muy bueno y eso me tranquilizaba. Eso si, con la excepción de la última ultra en la que no pude terminar por una deshidratación ¡Debería haber metido más material de hidratación (un tercer soft flask)! No obstante, mi objetivo….llegar a meta, eso era lo único que tenia en mente.

Eran las 18:00 de la tarde. Después de escuchar las palabras de la organización, se dio la salida y comenzó el «juego» en Beasain. Sabiendo que esto iba a ser muy largo, no intente meterme tan adelante como otras carreras y salí más bien algo atrasado. Una vez pasado el pequeño tapón que se formó en la salida y mientras poco a poco íbamos dejando a nuestras espaldas Beasain para adentrarnos en un terreno más montañoso, fui remontando posiciones. Este año, tenía la intención de salir más tranquilo y no ir tan agobiado como el año pasado con la finalidad de que una vez llegado a Tolosa –km 77 y base de vida– pudiera tener las fuerzas suficientes como para poder mantener un ritmo constante en la segunda parte de la carrera.

Combinación Fast&light OS2O: Fast&Light Shorts y la Ultra Lite T-Shirt

Paso a paso, metro a metro, llegué al primer avituallamientoMandubia, km 10-, en una buena posición, 10º. Lo cierto es que la posición no me preocupaba lo más mínimo ya que solo llevábamos 1 hora y 9 minutos de carrera y quedaba por delante una eternidad. No obstante, he de reconocer que me dio confianza ya que iba a un ritmo muy cómodo y sin apenas forzar. Llené los botellines de agua e isotónico, comí un plátano y me lancé a por el siguiente punto de referencia; Zumarraga en el km 20. 

Mientras tanto, únicamente tenía en la cabeza beber lo suficiente para evitar que una deshidratación me dejara de nuevo fuera de carrera, como me ocurrió en la Gran Trail Picos de Europa. Esta preocupación, sin yo saberlo, acabaría siendo mi propia «tumba» en la Ehunmilak. Pensando en hidratarme y viendo que la noche estaba acercándose tomé una decisión fatídica. Nunca bebo bebidas de «Cola» en las ultras, pero por las razones anteriores, es decir, beber para hidratarme bien y el tomar algo de cafeína para pasar la noche más despierto, ingerí una cantidad muy alta de esa bebida, lo que me provocó que se me empezara a cerrar el estomago

Al paso por una de las localidades que atravesaba la prueba

Hasta el km 53, donde estaba el avituallamiento de Azpeitia, todo iba rodado. Los tiempos eran los que tenía más o menos en mente pero con una sensación de comodidad muy alta. Sin embargo, al salir de Azpeitia empezó mi calvario. Toda la bebida de «Cola» ingerida, al no haberla diluido en agua ni haberle quitado el gas, y más aún, habiendo sido bebida de forma desproporcionada y sin estar acostumbrado, me produjo una hipoglucemia (un chute de azúcar de asimilación muy rápida).

Nada más salir de Azpeitia, comencé la subida hacia Zelatun, el cual sería el próximo avituallamiento antes de coronar la siguiente cima importante, Ernio. Una subida larga en la que no pude comer nada más que un gel en dos horas. El agua de uno de los botellines no me entraba y en el otro botellín tenía la dichosa bebida de «Cola», la cual, inconscientemente, seguía bebiendo a sorbos.

En esta mimsa subida hacia Zelatun, comencé a perder posiciones. Las sensaciones, habían pasado de ser muy buenas a ser muy malas y lo peor es que solo llevaba unas ocho horas de carrera. Pasadas las nueve horas de carrera llegamos a Zelatun -Km66- y en este avituallamiento no conseguí comer ni beber nada. Iba totalmente vacío. Solo podía andar y por mi cabeza lo único que pasaba era llegar a la cumbre del Ernio para empezar con la bajada hacia la base de vida de Tolosa en el km 77. Allí, descansaría un poco, me cambiaría de ropa e intentaría comer algo para revertir la situación.

En esa larga e interminable bajada hacia Tolosa me tomé el segundo gel en cuatro horas. Es decir, muy pero que muy poco. Ese gel hizo que consiguiera ligeras sensaciones de comodidad, empezando a trotar a un ritmo más alegre. Parecía que ese mal momento llegaba a su final, lo cual hizo que llegase medianamente motivado a Tolosa.

11h y 20 minutos de carrera necesité para llegar a la base de vida. Los tiempos ya no me servían de referencia y por mi cabeza solo pasaba cruzar la meta de Beasain. Ahora, el tiempo había pasado a un segundo plano. Me cambié de ropa y comí un poco de arroz y tortilla para intentar recuperar ese vacío energético que tenía. Pasados unos veinte minutos salía de la base de vida de Tolosa. Estaba casi amaneciendo y mi cabeza intentaba motivarse de nuevo para revertir esa situación. En los llanos y bajadas conseguía trotar algo pero el cuerpo no carburaba. Me intentaba mentalizar de que ese mal rato iba a pasar, que tuviese paciencia, comiese algo y solo pensase en los míos, la ilusión que les iba a hacer el que superara ese reto de las cien millas y me viesen entrar cruzando ese ansiado arco de meta que todos los participantes teníamos en mente.

En plena lucha psicológica

A muy pesar mío, los esfuerzos mentales eran inútiles. La carrera avanzaba y en mi estomago no entraba nada. No tenía fuerzas. Como pude, llegué a Amezketa, Km 96, donde empezaba lo que para mi era la zona más bonita de la carrera; Una subida larga hacia el collado del Txindoki y el adentrarse en Aralar, esa alfombra verde en la cual la vista se pierde para disfrutar de unas vistas impresionantes. No obstante, la tortura seguía. En Amezketa no conseguí más que darle un bocado a medio plátano, no bebí nada, y por mi cabeza empezaba a rondar la opción de no continuar. Me puse como meta llegar a Lizarrusti, km116, en el cual iban a estar los míos. Mi cabeza ya no miraba más allá, así que llamé a Saioa para avisar de que llegaría bastante más tarde de lo calculado.

Era incapaz de seguir a nadie. En la subida al Txindoki me adelantaban muchos corredores y paseantes a los cuáles no les aguantaba ni un segundo. Todos me animaban a que siguiese con ellos pero era misión imposible. Estaba sufriendo mucho psicológicamente, los metros no pasaban y el tiempo tampoco. Quería llegar a Lizarrusti lo antes posible pero se me hizo una autentica eternidad. Nada más y nada menos que cinco horas fueron las que me llevaron completar los 20km entre Amezketa hasta Lizarrusti. Cinco horas, más todas las anteriores de vacío que llevaba encima hicieron que se me pasasen por la cabeza mil cosas.

A Saioa e Iraia, no me las quitaba de la cabeza. Otra carrera la cual no les podía brindar el premio de cruzar la meta. Toda esa gente que siempre ha confiado en mi, amigos, familiares, patrocinadores…etc. Después de esta lucha psicológica, nada más llegar a Lizarrsuti, y después de 19 horas y media de carrera, no puede contener las lagrimas y empecé a llorar desconsoladamente al verlas. Fueron muchas horas solo, sufriendo y sin una gota de fuerza. La sensación de fallar a los que te aprecian y te animan era la que psicológicamente me torturaba sin piedad. No podía ni dar un paso más.

Hasta aquí llegaba mi aventura. Una aventura, la cual después del paso de los días solo ha hecho que esté más motivado que nunca para aprender de los últimos errores y darle la vuelta a lo que resta de temporada. Si algo me ha enseñado el deporte en esta vida ha sido a relativizar los resultados y a seguir para adelante cueste lo que cueste. Esto nos gusta y seguiremos luchando por momentos mejores que seguro que llegarán.

Nos vemos en el monte.