Por Carlos Garrido del OS2O Alpine Team
Somos gente de montaña, nos gusta vivirla, sentirla, tenerla cerca y aproximarnos a ella siempre que podamos, o siempre que ella nos deje. Pero nuestro mundo evoluciona más allá de las montañas, las cuales siguen impasibles el paso del tiempo, ajenas a lo cotidiano, a la rutina diaria, al bullicio urbanita y a nuestros devenires personales. Quizá es por ello que buscamos refugio en ellas, una chispa de vida para nuestra ajetreada existencia, lejos del mundanal ruido.
Vivimos en la era de la comunicación, desde que abrimos los ojos por la mañana se cuela a través de ellos en nuestro cerebro un batiburrillo informativo a veces difícil de digerir…internet, redes sociales, radio, televisión, publicidad. A diario más pendientes de alimentar la batería de nuestro teléfono que la de nuestro propio cuerpo.
Los amantes del alpinismo no vivimos ajenos a nada de esto. Con la llegada del invierno, somos muchos los que ponemos nuestro punto de mira motivacional en esas estrechas y sutiles líneas de hielo y nieve que surcan nuestras montañas cercanas. Líneas blancas que conducen al cielo, y a través de las cuales unos cuantos locos nos encontramos a nosotros mismos y satisfacemos nuestro pequeño espíritu. Infinidad de proyectos se agolpan en nuestras cabezas, y es en ese momento que vivimos pendientes del cielo…como si de los “irreductibles galos” nos tratásemos…del qué vendrá, si nevará mucho o poco, de si será un invierno frío o si tendremos que emigrar en sentido contrario a las aves en busca de algún gélido rincón del planeta.
El Pirineo es una cordillera grande, coronada por montañas de hasta tres mil metros rodeadas de otros tantos valles. Pero el invierno en ella dura poco, vivimos en el sur de Europa y la influencia mediterránea es muy cercana. Son unos pocos meses en los que se dibujan esas efímeras lineas que nos obsesionan y que surgen de la transformación del agua, dependiendo enormemente de las condiciones climáticas. Juegan caprichosamente con nuestra agenda, y se forman cuando les viene en gana. Es por ello que no pasa un día sin sumergirnos en la red en busca de información fresca y de primera mano.
El alpinismo ha evolucionado de la mano del mundo, no así las montañas. Antes los alpinistas eran aventureros que se lanzaban con arrojo hacia lo desconocido, ignorantes a lo que les depararía su atrevimiento. Actualmente las reglas del juego han cambiado, la seguridad se impone y la sobreinformación juega un papel decisivo en nuestra forma de entender la montaña. Internet, libros y revistas son una fuente inagotable de conocimiento.
Gracias a ello y sin salir de casa poseemos información del estado meteorológico en la montaña, incluso podemos verla a través de las webcam. Comprobamos la evolución de las condiciones del manto nivoso, conocemos la cantidad de precipitación, la fuerza del viento, la altura de la isoterma cero, y de un sinfín de factores de los que dependen la consecución de nuestros objetivos invernales. Pero aún así es imprescindible realizar una buena interpretación de todo ello, conocer la montaña y como reacciona ante estos fenómenos.
Más allá del seguimiento metereológico, internet también nos brinda multitud de datos e imágenes a través de una compleja telaraña de blogs y redes sociales, gracias a los cuales tenemos conocimiento de primera mano de las actividades que se van realizando en nuestro entorno, ya sea dentro de nuestro círculo habitual o mucho más lejos.
Todas esas imágenes no hacen más que echar leña a nuestra hogera interna, y nos azuzan a lanzarnos a por esa linea recién formada y escalada, o a esa nueva apertura en una oscura y apetecible cara norte.
De esta manera este invierno que ya va tocando su fin, nos ha regalado unas cuantas vías de difícil formación. O que sin ser de difícil formación tan sólo han estado en condiciones unas pocas semanas, esperando a que el alpinista oportunista que más avispado haya estado, encuentre el momento y lugar idóneo para poder saciar su apetito escalador y subir alguna de estas efímeras lineas que surcan nuestras montañas y nuestras mentes.
Oswaldo Rivera
Gran reflexión Carlos, me ha gustado la frese»Antes los alpinistas eran aventureros que se lanzaban con arrojo hacia lo desconocido, ignorantes a lo que les depararía su atrevimiento». 🙂
jUAN
Grande ese Lonchooooo