Por Carlos Garrido del OS2O Alpine Team
Es escuchar esta palabra y todavía se me erizan los pelos. Son muchos años escuchando cosas de este lugar, visionando innumerables vídeos, leyendo infinidad de artículos, y por supuesto fantaseando con la idea de poder recorrer algún día sus inmensas paredes por alguna de sus soñadas líneas.
Yosemite es sinónimo de escalada. No hay ningún lugar en el mundo donde este deporte evolucionara y se desarrollara como lo ha hecho en este valle. Sus enormes paredes han albergado y todavía albergan los sueños y proyectos de los escaladores más fuertes del mundo, no en vano es y ha sido el terreno de juego predilecto de los auténticos especialistas de la escalada y del Big Wall. Son muchos los nombres ligados a este lugar, y que sin duda han llevado la escalada más allá de sus fronteras, tanto humanas como mediáticas. Desde Royal Robbins, Yvon Chouinard, Jim Bridwell, Ron Kauk, Wolfgang Güllich, Lynn Hill, hasta los actuales hermanos Huber, Dean Potter, Tommy Caldwell o Alex Honnold. Todos ellos referentes de la escalda mundial en algún momento de sus vidas, tienen como denominador común las paredes de Yosemite.
Yosemite es un valle del Estado norteamericano de California, integrado en el Yosemite National Park, gracias al empeño del naturalista y explorador John Muir. Uno de los principales atractivos de este valle, aparte de su privilegiada flora y fauna, son sus inmensas y verticales paredes, rodeadas de espectaculares saltos de agua y formaciones graníticas. Fruto de la erosión glaciar y de la acción del agua, se han configurado aquí algunas de las mayores paredes del mundo como son el Capitán o el Half Dome.
Con este panorama extremadamente motivador, nos juntamos una buena tropa de gallegos “adictos al radón” deseosos de pasar el mes de Septiembre en este rincón del planeta. Objetivo escalar mucho y sobretodo pasarlo bien. Tras meses de entrenamiento y preparativos, por fin nos juntamos todos en el aeropuerto de Barajas para poner rumbo a nuestro destino. Dos días después y con un considerable jet lag, al fin pisamos el valle buscando como locos la silueta del Capitán entre los árboles con las últimas luces del día.
La carretera serpentea entre bosques de desproporcionadas coníferas, mientras se nos van desvelando los secretos de este lugar. Como niños emocionados jugamos a reconocer y nombrar los espectaculares muros que nos rodean, hasta que por fin aparece, muchos metros por encima de nuestras cabezas, el gigantesco perfil del Capitán, emergiendo del suelo como la proa de un barco de colosales proporciones. Nos bajamos del coche nerviosos, ilusionados y bastante atemorizados…es muy grande! He de reconocer que en un primer momento sentí pánico ante la idea de subirnos por ahí, demasiado vertical, demasiado grande. Sin duda es desconcertante cómo hace casi sesenta años, un puñado de hombres liderados por el visionario Warren Harding se atrevieron a retar semejante pared. Siguiendo la línea más evidente, la proa de este coloso, consiguieron tras 47 días de duro trabajo y más de un año de intentos trazar la que sería la más clásica y mítica vía de Big Wall de todo el mundo, The Nose.
Dedicamos nuestros primer día en el valle a instalarnos y hacernos con el lugar. Una vez estuvimos establecidos en el histórico Camp 4, llegó la hora de enfrentarse a la roca…¿estará tan lavada como dicen? ¿será todo tan duro como lo pintan? Sin duda sí. El primer día y siguiendo las recomendaciones de muchos colegas que nos precedieron en esta aventura, nos desplazamos a un pequeño sector con algunas de las fisuras “fáciles” más guapas de la zona, el Reed’s Pinacle. Nuestro primer impacto con la escalada local lo sufrimos en “Reed’s Pinacle Direct”, una alucinante y mantenida fisura de manos, grado 5.9 (V+), donde tuvimos que darlo absolutamente todo para poder hacernos con ella. Sin duda vamos a tener que rodar mucho antes de poder plantearnos algo más grande.
Los siguientes días, en nuestro afán de ponernos a la altura de las exigencias del valle, los dedicamos a hacer vías clásicas sencillas y a visitar sectores míticos como el Cookie Cliff, donde caen nuestros primeros 5.10 (6º). Toda una ilusión para nosotros, ya no por la dificultad sino por la extrema belleza de alguna de las rutas que escalamos, “Wheat thin”, “Cookie Right”, “Waverly Wafer”.
Así, entre escaladas, risas y paseos por el valle van pasando los días, y con ello va llegando la hora de plantearse algo más grande…El Capitán nos seduce con sus 900m repletos de verticalidad e historia. Ricki, nuestro gurú local nos recomienda hacer la “East Buttress” al Capitán, una linea que sube el espolón que remata esta pared por el Este, y cuyo descenso es común con el de las grandes rutas. Como la vía tiene buena pinta y nos interesa conocer bien la bajada, allá vamos a por sus 350 metros de recorrido con duros largos de hasta ¿6b?. Resulta una vía preciosa y absolutamente recomendable, más mantenida de lo que parece y con unas inmejorables vistas de todo el valle.
A Luisa y a mi nos queda poco más de una semana de estancia en Yosemite, así que pese a que nos gustaría seguir escalando y disfrutando de las muchas joyas que tenemos a nuestro alcance, nos empezamos a plantear el ataque a nuestro gran objetivo, “EL Cap”. En un primer momento habíamos pensado en el “Salathe Wall”, ya que suele tener menos afluencia de cordadas. Pero visto el nivel de dificultad de la escalada, la descartamos por ser demasiado dura, la cual exigiría superar mayores dificultades en libre, y posiblemente más días de escalada. The Nose, pese a estar a diario masificada plantea un reto más asequible a nuestras posibilidades, además de ser una linea preciosa e histórica que no escapa a nuestros sentidos.
Es imprescindible una buena estrategia, algo que al principio nos trajo varios quebraderos de cabeza. No queremos llevar hamaca por el peso extra que supone, así que tocará lidiar con otras cordadas el momento de entrar en la vía, ya que las repisas no abundan y tampoco tienen mucha capacidad. El calor que sufrimos esos días en el valle, que llegó a alcanzar incluso los 35º es otro factor a tener en cuenta. Un peso extra de agua. Por otra parte hay que valorar la velocidad con la que podemos acometer la escalada, en función de ella calculamos los días que nos llevará hacer la ruta y la cantidad de agua y comida que necesitaremos. Lo normal es emplear de dos a tres vivacs en la vía, para hacerlo en menos tiempo hay que ser muy rápido y moverse muy bien con un petate ligero. Nosotros somos novatos en Big Wall, así que optamos por una opción más conservadora de tres vivacs y cuatro días de escalada. Y por suerte acertamos. Una vez más, siguiendo los consejos de Ricki, decidimos hacer un día los cuatro primeros largos de la vía hasta las “Sickle Ledge”, y desde ahí fijar cuerdas hasta el suelo aprovechando una línea de rápeles. Así resulta más sencillo petatear hasta esa repisa, y de esa manera ganar tiempo y metros para otro día atacar la vía.
Es una locura acertar con cuál será el mejor momento para empezar a escalar. Hay cordadas que empiezan por la tarde, otras en mitad de la noche, algunas por la mañana temprano. Resulta prácticamente imposible adivinar el momento exacto de comenzar sin hacerlo junto a otra cordada. Tras dos días de tensa espera y estudio de la pared desde “El Cap Meadows”, finalmente decidimos madrugar mucho y jumarear las cuerdas fijas a las 5 de la mañana, y así tuvimos la suerte de entrar los primeros ese día, y con bastante margen hasta las cordadas de arriba. No duraría mucho nuestra suerte, pues como era previsible somos un poco lentos, y el petate pesa una barbaridad. Mientras negociábamos con los péndulos previos a las “Stovelegs Cracks” nos alcanzan dos cordadas, una de ellas con petate para dos días, y la otra en plan ligero para escalar en el día hasta el “Dolt Tower”. No tiene sentido hacer un tapón, así que tras una maniobra poco acertada de adelantamiento triple, dejamos pasar a nuestros perseguidores. Aquello era una estresante carrera envueltos en un sofocante calor, con cordadas por todas partes y el terrorífico lastre del petate…fue un día duro en el que casi nos dieron ganas de bajarnos. Pero nuestro premio estaba arriba, en la generosa repisa del “Cap Tower”, a la que llegamos de noche y físicamente destrozados tras haber superado con éxito las “Stovelegs Cracks”. Una sucesión de preciosas fisuras verticales, que dulcemente nos recibieron con perfectos empotres de manos, pero que poco a poco fueron ganando anchura tragando puños, piernas, esfuerzo y Camalots del cuatro.
Una vez en la repisa, descansamos tranquilos y sabiendo ganada la partida al resto de cordadas. Los que nos habían adelantado dormían plácidamente en la hamaca un largo por debajo de nosotros, donde por la mañana aprovecharían para continuar la vía por la variante“Jardine Traverse” y así ganar tiempo. Para nosotros no suponía ningún problema, ya que seguíamos el trazado original por el “Boot Flake”.
Tras un inolvidable amanecer, ponemos en marcha nuestros cuerpos rumbo al “Texas Flake” bajo un temprano sol abrasador, que presagia la que nos vendrá encima. Sudo tinta en el Texas Flake, una chimenea patinosa y perfectamente paralela con una única chapa en 12 metros. El siguiente largo nos conduce al afamado “King Swing”, un péndulo de veinte metros a cuatrocientos metros del suelo…todo un despliegue de adrenalina y decisión para llegar a coger un canto donde tras unos metros de escalada horizontal acabamos montados en la repisa del “Eagle Ledge”. Sin duda, una experiencia inolvidable.
El día pasa bajo un sol implacable, la sed se convierte en una sensación obsesiva, donde el simple contacto de una gota de agua sobre la lengua seca supone un alivio. Las sucesivas travesías convierten el petateo y el recuperar los largos en una tarea demoledora, y tras mucho trabajo alcanzamos el Camp 4 al atardecer, nuestro segundo vivac. El día ha sido agotador, y sobretodo deshidratador. Sin darnos cuenta casi liquidamos la dosis de agua antes de llegar a la repisa. Pero hemos ganado unos cuantos metros a este coloso y por fin estamos bajo el “Great Roof”. A partir de ahí la cosa pinta mejor, largos muy verticales y directos acompañados de un petate que ya se muestra más ligero. Pasamos la noche lo mejor que se puede para estar sentados en una repisa inclinada, por suerte el cansancio que arrastramos facilita el sueño.
Al día siguiente nos desayunamos el espectacular “Great Roof”, por supuesto en artificial, parece imposible subirse por ahí en libre…otro nivel. Seguimos para arriba a buen ritmo combinando preciosos tramos en libre con largazos de artificial. La belleza de la escalada nos absorbe y cuando nos damos cuenta ya estamos en el Camp 6, agotados pero felices de estar allí. El petate ya no supone el penoso lastre de los primeros días, y por suerte el calor ha menguado considerablemente dando un respiro a nuestra latente deshidratación.
Una vez más pasamos una incómoda noche luchando contra una repisa maloliente y resbaladiza, pero el cansancio nos supera pudiendo conciliar un sueño reparador. El último día de escalada comienza con otro largo de ensueño, el “Changing Corners”, una alucinante doble fisura de 5.10 que hacemos en libre nos deposita en el cambio de diedros. Otra secuencia que en libre está limitada a un puñado de talentosos escaladores, otra dimensión. Para nuestra sorpresa los largos superiores se van dejando forzar en libre, pese a la verticalidad de los pasos forzamos unos cuantos movimientos hasta meter alguna pieza “in extremis” y colgarnos exhaustos. El ambiente no puede ser mejor, 900 metros de vacío nos separan de un suelo casi irreal sembrado de gigantescos árboles que desde allí parecen ridículos. A mediodía, coronamos El Capitán, hechos polvo pero inmensamente felices por haber vencido al gigante. Sin prisa, nos dejamos llevar por el momento, han pasado cuatro días desde que empezamos la aventura y miles de recuerdos y sensaciones se agolpan en nuestras mentes. Nos preparamos algo de comer y apuramos el agua que sobró antes de acometer la última parte de la ascensión, el descenso. Bajada técnica y delicada que en algunos tramos con el petate es hasta peligrosa, pero gracias a haberla hecho antes no tenemos problema en encontrar las cuerdas fijas que nos depositan por fin en el suelo.
Tan solo nos quedan tres días en este mágico lugar, pero por supuesto hay que descansar y recuperarse de la paliza.
El ansia nos supera y al segundo día de estar abajo ya estamos para otra, así que es buen momento para juntarnos toda la tropa e ir a hacer los deberes que nos quedaron en el Cookie Cliff. Flipamos con la calidad de “Outer Limits”, otra de las joyas imprescindibles del valle que combinada con “Cookie Monster” ponen el broche a una tarde inmejorable en compañía de los colegas.
Todavía queda un cartucho por quemar, así que consigo liar a Dani para darle a la “Regular Norh Face” del Rostrum. Otra de las muchas vías obligadas del valle, más de forzar en libre y con unos cuantos largos picantes de 5.11 y mantenida en 5.10. Un perfecto proyecto de fin de fiesta que nos pone las pilas y nos obliga a apretar y dar lo mejor de nosotros mismos. Una vez más salimos impresionados por la calidad de la escalada, un largo tras otro de ensueño en el narcótico ambiente de Yosemite. Pasajes clave, historia, y belleza nos rodean en cada día de escalada en este privilegiado lugar. Sin duda somos afortunados de poder vivir tan intensamente el sueño de una vida, lo saboreamos.
Pero todo lo bueno se acaba y toca volver a casa con los nuestros, a los que abrazamos y bombardeamos con todas las anécdotas y vivencias pasadas, todavía empañados en el despertar de un sueño, que quizá, algún día volvamos a vivir.
Fabio hernandez mejia
Leer todo lo que experimentaron en Yosemite me inspira a escalar gran pared, serian tan amables de proporcionarme los detalles del equipo y las proviciones que llevaron en los 3 dias y el nombre de la via que escalaron.